INTRODUCCIÓN
La enfermedad tiene razón narra la historia de un joven estudiante proveniente de una familia de clase media alta, residenciada en la ciudad de Muko, una pequeña población de los andes venezolanosEl padre del estudiante, era médico en la especialidad de cardiología y ejercía su profesión en la ciudad capital de esa provincia andina. Era el principal sostén económico y protector del grupo familiar. Su hijo lo idolatraba y sentía una fuerte admiración por él y la profesión que ejercía, de allí su vocación de estudiar medicina al culminar sus estudios de educación media.Inició su carrera médica en una época en que su país estaba viviendo una situación de mucha inestabilidad económica y política, lo cual generó insurrecciones cívico militares que interferían con sus estudios.La enfermedad y posterior muerte de su padre, constituyó un acontecimiento vital estresante de fuerte impacto emocional que generó en él alteraciones funcionales y orgánicas que lo llevó a ser declarado enfermo en fase terminal.Una oportuna reflexión sobre los acontecimientos vividos y una firme voluntad de vivir, lo llevo a recuperar la salud e iniciar una nueva vida
Para el año 1988, Mucu, era un pequeño poblado de apenas seis mil habitantes perteneciente a la región de los andes cuyas características son típicas del páramo: sus calles rectas y algunas casonas coloniales de tapia con viejos tejados humedecidos y desgastadas puertas de madera. Este pueblo se encuentra ubicado entre dos serranías, con una altitud de 2800 metros sobre el nivel del mar y una temperatura promedio de once grado centígrados.
Mucu era mi pueblo natal, desde donde salía cada mañanas con mi padre y hermana Cristina, rumbo a la ciudad de Telsida capital de la provincia andina. Diariamente recorríamos cuarenta y ocho kilómetros por la carretera trasandina, bordeando gran cantidad de pequeñas comunidades agrícolas y espejos de agua que se encuentran en las depresiones de las serranías, ofreciendo al viajero un especial encanto hasta llegar a la capital.
Al terminar el recorrido y llegar a la ciudad, Cristina y yo, nos quedábamos en el “Colegio Virgen del Valle” donde ella laboraba como docente en la asignatura de biología y yo cursaba el último año de educación media, luego, mi padre continuaba en su vehículo hasta el hospital central de la ciudad donde ejercía como médico especialista en cardiología.
Para ese entonces, apenas yo era un adolescente, de diecisiete años de edad, de un metro setenta de estatura, piel blanca, cabello castaño claro, proveniente de una familia de clase media muy cristiana. Mi principal objetivo era culminar los estudios de educación media e iniciar una carrera universitaria relacionada con la medicina. Mi deseo era ser médico como mi padre al cual consideraba el modelo a seguir y quien me había inculcado un proyecto de vida.
En horas del mediodía, después de culminar las clases de cada mañana, tomaba el bus y retornaba a mi hogar en Mucu. Mi padre y hermana permanecían en la ciudad en sus labores habituales hasta las cinco de la tarde cuando regresaban a casa. Cuando papá y Cristina, llegaban a Muco, mi madre y yo los esperábamos en la iglesia para escuchar la misa del día y luego, volver juntos a casa para la cena.
Llegado el mes julio del año 1988, culminé los estudios de secundaria con excelentes calificaciones, motivo por el cual recibí el titulo de bachiller en ciencias y un diploma honorífico por el alto rendimiento académico.
Después de disfrutar dos meses de unas merecidas vacaciones escolares, me trasladé en bus a la capital de mi país. Salí de Telsida a las seis de la tarde y viajé toda la noche, llegué a la estación de bus de la capital en horas de la mañana del día siguiente. Una vez en la estación, tomé un taxi hasta la posada donde días antes había reservado una habitación.
El viaje tenía como finalidad visitar la universidad central de la región capital para cumplir con el proceso de inscripción en la prueba de actitud académica de la facultad de medicina cuya aprobación era requisito indispensable para iniciar los estudios médicos. Otro objetivo era buscar una residencia estudiantil donde hospedarme mientras cursaba los seis años de medicina.
El día domingo de mi llegada a la capital de mi país, lo tomé como descansó por el largo viaje que había realizado. En horas de la tarde salí a recorrer la ciudad. Visité varios centros comerciales, asistí al cine y luego retorné a la posada.
Era la primera vez que viajaba a la capital, quedé gratamente sorprendido de sus grandes avenidas, la cantidad de vehículos que circulaban, sus altos edificios, la elegancia de sus zonas residenciales, lujosos centros comerciales y tiendas donde se exhibían variedad de artículos que podían comprarse. Me llamó mucho la atención el cinturón de colinas que bordeaban la ciudad y, sobre todo, la infinidad de viviendas allí construidas, que denotaba mucha pobreza y marginalidad de sus habitantes. A pesar de ello, me gustó la ciudad capital.
Al día siguiente en horas de la mañana, tomé un taxi hasta la universidad con la finalidad de introducir los documentos requeridos, solicitar la planilla para la prueba de admisión académica y cancelar los aranceles correspondientes. Concluidos los trámites, salí en búsqueda de la dirección donde se encontraba ubicada la residencia estudiantil que previamente había sido contactada por mi padre.
Al llegar a la residencia, informé a la administración de la misma que mi ingreso sería en el mes de enero del año siguiente condicionado a la aprobación de la prueba de actitud académica que había realizado. Luego volví a la posada desde donde informé por teléfono a mi padre de todas las tareas realizadas y el día fijado para el examen de admisión.
Ya en la habitación, abrí las maletas y coloqué la ropa ordenadamente en el armario como acostumbraba hacerlo en casa. Me consideraba un joven tranquilo, un poco tímido, respetuoso de las normas establecidas por mis padres y responsable con las obligaciones que me eran encomendadas.
Dormí durante una hora, luego, más relajado, me levanté, revisé la planilla de la prueba de actitud académica que me habían entregado y leí detenidamente las instrucciones. En ella indicaba la fecha y hora del examen, el grupo al cual fui asignado según el orden alfabético de mi apellido, el número del salón que me correspondía y los temas que abarcaría la prueba de admisión. Apenas contaba con siete días para prepararme.
Me mantuve en la posada estudiando los temas asignados para la prueba. El día del examen, llegué a la universidad una hora antes del inicio de la prueba. Me dirigí al salón asignado y ocupé una silla. Junto a otros estudiantes, esperamos la hora establecida para el inicio de la prueba. Llegada la hora, un profesor perteneciente al jurado entregó las hojas del examen e informó sobre la prohibición de hablar con los compañeros y abrir libros o cuadernos una vez iniciada la prueba, so pena de suspensión del examinado.
Éramos un total de mil estudiantes que aspirábamos a ingresar a la facultad de medicina, de ellos, sólo aceptarían doscientos cincuenta en el primer año de la carrera. Todos los aspirantes fuimos distribuidos en cinco grupos de doscientos estudiantes cada uno según la letra inicial de su primer apellido. A cada grupo se le asignó un salón determinado para presentar la prueba.
El examen consistía en ciento cincuenta y siete preguntas de respuestas múltiples para culminarlo en dos horas. Una vez culminada la prueba y entregada al jurado, los estudiantes recibirían los resultados en un lapso de treinta días.
Al día siguiente de haber presentado el examen de admisión, retorné en bus a mi hogar en la población de Muco. Allí esperé hasta el día anunciado por las autoridades universitarias para entregar las calificaciones.
Cumplido el lapso establecido para la entrega de los resultados, las autoridades de esa casa de estudios colocaron en la cartelera del rectorado las calificaciones obtenidas del examen realizado. Sin tiempo que perder, al día siguiente de la información, regresé a la universidad y busqué la lista de los estudiantes aceptados. Allí estaba yo entre las diez primeras calificaciones, lo cual significó para mí una buena posición dentro del grupo estudiantil.
Conocida la noticia de la aprobación del examen de admisión, llamé a mis padres y les hice saber del logro obtenido. Mis padres y Cristina hicieron eco de la buena noticia y me felicitaron por el logro obtenido.
A la seis de la tarde de ese mismo día, tomé el bus hacia Telsida. Viajé toda la noche y cuando ya el sol aparecía en la sierra nevada, estaba llegando a la ciudad. La familia me esperaba en la estación de bus, el encuentro estuvo lleno de alegría, abrazos y besos; luego los cuatro miembros de la familia nos trasladamos al hogar.
Una vez en casa, desayuné en familia, charlé un rato y luego decidí descansar unas horas. En horas de la tarde salí con mi madre a la iglesia y luego recorrimos el pueblo. Había mucho movimiento en sus calles, la gente se preparaba para las festividades decémbrina. Visitamos algunos familiares y amigos y todos me felicitaron por el logro obtenido, luego regresamos a casa.
Culminadas la festividades navideñas y de fin de año, Las calles del pueblo estaban solas, las tiendas cerradas. El reloj marcaba las seis de la tarde del día sábado 9 de Enero de 1989, ese día llegué acompañado de mi padre hasta la estación de bus de la ciudad de Telsida, retornaba a la capital para iniciar los estudios de medicina en la principal universidad del país, donde meses antes había aprobado la prueba de admisión.Eran las cinco de la mañana del día domingo, cuando hacía entrada a la estación de bus en la ciudad capital. Allí tomé un taxi que me trasladó a la residencia estudiantil. Una vez en la residencia, hice el registro correspondiente e ingresé a la habitación. Desempaqué las maletas y coloqué las prendas de vestir en los armarios asignados para ello.Al terminar de ordenarlo todo, me tendí en la cama y con la mirada fija en el techo de la habitación pensaba que era la primera vez que estaría lejos de casa por tanto tiempo. En ese momento sentí nostalgia del pueblo que me vio nacer, las calles donde jugaba cuando niño, los amigos, los cuidados de mi madre, la orientación de mi padre y de mi hermana; todo aquello había quedado atrás, ahora era un adulto, tenía que asumir mis obligaciones y luchar por mi futuro.El modelo a seguir era mi padre, quería ser médico como él, deseaba que se sintiera orgulloso de mí. Por un momento, sentí la respiración acelerada, luego, unas lágrimas corrieron por mis mejillas, minutos después dormí plácidamente hasta el amanecer.El lunes por la mañana tomé el bus y llegué a la universidad para el primer día de clases. La hora de entrada estaba estipulada para las nueve de la mañana. El aula magna sería el sitio donde dictarían la clase inaugural, luego, los doscientos cincuenta estudiantes serían distribuidos en grupos de cincuenta estudiantes en los cinco salones de la escuela de medicina donde recibiríamos el plan de estudios del primer año de la carrera.El inicio de la actividad académica durante el mes de enero transcurrió sin contratiempos, los estudiantes asistíamos regularmente a clases, sin embargo, los principales medios de comunicación del país, constantemente daban noticias sobre las manifestaciones contra el gobierno de turno, protestas que se sucedían en diferentes lugares de la capital y en algunas regiones del país. En el ambiente se sentía mucha intranquilidad, los estudiantes de educación media y universitaria de la provincia y de la capital, mantenían una constante protesta contra las políticas del gobiernoLos cuerpos de seguridad se mantenían alerta y preparados con sus equipos antimotines previendo un estallido en cualquier momento. Los entes de inteligencia mantenían informado al gobierno de los focos de perturbación y de las personas involucradas en ellos. El gobierno sabía que algunos lideres políticos de izquierda con apoyo de militares de rango medio eran los responsables de las protestas callejeras con el fin de alteran el orden público y propiciar un golpe de estado para derrocar al presidente.Me mantuve atento y preocupado por las noticias, temía que los disturbios interfirieran con la actividad académica que era mi principal objetivo en esos momentos.
El 2 de de febrero de 1989, el país amaneció en una aparente calma, los medios de comunicación, nacionales y regionales anunciaban la toma de posesión del nuevo presidente de la nación. Las fuerzas de seguridad de todo el país estaban en estado de alerta ante las posibles protestas que surgirían, según las fuentes de inteligencia.
El país estaba a la expectativas de los anuncios del nuevo presidente con relación a las medidas económicas que se aplicarían de inmediato para solventar la grave crisis económica que vivía la república para ese entonces y que según opiniones fueron heredada del gobierno anterior cuando tuvo lugar una drástica devaluación monetaria que creó una caída de las condiciones socioeconómicas de sus habitantes, originando en la población fuertes sentimientos de frustración y falta de credibilidad en la capacidad y voluntad de las autoridades públicas y agentes económicos para actuar con seguridad y equidad.
En su campaña electoral, el presidente, electo había generado ciertas expectativas de superación de los problemas económicos y sociales que para ese entonces sufría la población en general. Prometía el presidente la posibilidad de volver a la bonanza experimentada quince años atrás durante su primer mandato.
La noche del 16 de febrero, el presidente recién electo asumió el cargo y de inmediato anunció un plan de medidas económicas a tomar durante los cinco años de su gestión. Este plan llamado popularmente el torniquete económico, incluía privatizaciones de empresas del estado, liberación de precios, incremento de las tarifas de los servicios públicos y de la gasolina. Este plan económico anunciado liquidó las ilusiones de la población y generó el desencanto, no sólo, hacia el nuevo gobierno sino hacia el sistema político que imperaba para ese entonces que evidenciaba la carencia de canales adecuados para la participación política y social de los ciudadanos.
La reacción popular ante estas medidas económicas neoliberales quedó tan silenciada en la prensa nacional que los principales afectados por los ajustes socioeconómicos tuvieron que conformarse con las declaraciones de la recién electa reina de belleza de ese año, quien luego de ser coronada, dirigió una cortas palabras a la población diciendo__Ante la realidad que estamos viviendo "Somos la fantasía del pueblo"
Los ciudadanos al salir las calles se encontraban con los anaqueles vacíos, no había arroz, papel higiénico, azúcar, pan ni café. La educación y la salud inevitablemente serían privatizadas y el fondo de pensiones sería destinado para la construcción de viviendas.
El rector de la principal casa de estudios del país expresaba en una nota que la concertación de la que hablaba el gobierno entrante, sólo había sido con el "Fondo Monetario Internacional y la clase dominante". Además, adelantaba que el impacto del torniquete, no solo será difícil en la parte económica sino también en el orden político y social".
El gobernador de la ciudad capital, previendo acontecimientos violentos ante las medidas acordadas por el gobierno nacional, desempolvó una antigua ley para privar de su libertad a personas que incurrieran en hechos que atentaran contra la seguridad pública.
Dos semanas después del anuncio presidencial, el pueblo salió a las calles a expresar su rechazo al torniquete. Los actos de violencia se iniciaron en algunas regiones cercanas a la capital y posteriormente la ola de violencia se extendió a toda la ciudad capital y las principales ciudades del interior del país.
Dado el carácter simultáneo, masivo, sorpresivo y violento de los acontecimientos; las fuerzas policiales regulares se vieron superadas por los mismos hechos que se sucedían, dando la impresión de no saber como actuar ante un fenómeno de violencia social de tal magnitud. En virtud del desbordamiento de la situación, hacia el mediodía del día siguiente el nuevo presidente, suspendió todas las garantías constitucionales a nivel nacional y ordenó a las fuerzas de seguridad reprimir los disturbios y otras manifestaciones que alteraran el orden público.
Los militares acataron la orden de mantener el control y velar por el fiel cumplimiento de la suspensión de las garantías, ciudadanas en todo el país. El órgano rector de la educación en el país, ordenó la suspensión temporal de todas las actividades académicas a nivel nacional, razón por la cual las autoridades universidades se vieron obligadas a suspender las clases
A pesar de la suspensión de los derechos civiles y el control militar, se produjeron actos masivos de saqueos en todos los comercios de la capital y en otras regiones del país, quemas de transporte público, destrozos en algunos servicios; lo cual generó enormes pérdidas a la nación. Una semana después, las cifras oficiales de los hechos revelaban numerosas muertes y pérdidas materiales incalculables en todo el país, principalmente en la región capital.En vista del ambiente de inseguridad y focos de violencias que se mantenían en algunos lugares del territorio nacional, en especial en algunos institutos de educación media y universidades; las actividades académicas y administrativas quedaron suspendidas. Muchos estudiantes provenientes de ciudades lejanas regresamos a nuestros hogares hasta que las autoridades de educación anunciaran el retorno a clases.Un mes después del desastre ocurrido, el país volvió a la normalidad, sin embargo, existía una aparente calma bajo suspensión de las garantías ciudadanas. Las autoridades educativas anunciaron la fecha del reinicio de las actividades académicas y las escuelas reabrieron sus aulas y los estudiantes retornaron a clases. Poco a poco el país fue recuperando su actividad normal con algunas perturbaciones esporádicas.Retorné a la capital y me incorporé nuevamente a las labores estudiantiles, pero sentía un ambiente muy tenso en los estudiantes, muchos de ellos comentaban en los pasillos de la universidad de que las protestas continuarían hasta derrocar el gobierno. Esa actitud hostil de algunos estudiante me preocupaba por cuanto sabía que eso podría acarrear nuevas suspensiones de la actividad escolar y hasta podría acarrear pérdida del año académico.Sin embargo, todo quedó en la vocería estudiantil y no se concretaron hechos de violencia, El país volvió a la calma y superó aparentemente el trauma vivido. Los días siguientes transcurrieron sin evidenciarse alteraciones públicas, algunos derechos civiles permanecieron suspendidos. Estaba prohibida toda manifestación, reunión de grupos y alteración del orden público so pena de prisión.Así trascurrieron los meses, los estudiantes recuperaron el tiempo perdido y llegado el mes de octubre, los profesores anunciaron los exámenes finales del año académico en curso. Culminé con éxito todas las pruebas y logre pasar al segundo año de medicina con altas calificaciones.
Culminado el año académico, viajé a mi pueblo natal donde me esperaba el grupo familiar con mucha alegría y felicidad por los logros alcanzados. La llegada a Muco, fue recibida con mucha alegría y entusiasmo por familiares y amigos, quienes me brindaron las mejores atenciones y dieron felicitaciones por las excelentes calificaciones obtenidas en el inicio de mis estudios universitarios. Papá me abrazó y felicitó, me expresó su orgullo y reconocimiento al éxito obtenido. Mi madre me dio un beso en la mejilla y me bendijo. Cristina, me expresó su gran admiración por el éxito obtenido.
Al día siguiente de mi llegada, me incorporé como era costumbre cada año, a participar en las diferentes tradiciones y actos religiosos que celebraban en la provincia telsideña en la época decembrina.
El mes de Diciembre, era el mes más esperado del año en esta región andina, Los diferentes pueblos de la provincia se engalanan con su mejor ambiente, es época de sabor y festejo, de reunión y encuentros, de calidez y felicidad. En todas la provincias andinas se celebra la llegada del niño Dios y muchas tradiciones se despliegan en esta época. El mes comienza con alegría y los lugareños disfrutan esta época intensamente. Entre música, reuniones, brindis y deliciosos platos, la identidad cultural se expresa con fuerza y la llegada del niño Dios bendice cada rincón de esta hermosa localidad.
Todas estas celebraciones llenan de calor humano todas las fiestas navideñas que si algo tienen característico es ser un período donde la reunión familiar, la solidaridad y los valores humanos se apoderan de las almas, entonces, La región andina se hace aún más cálida y da paso a la entrega de un periodo que se cierra para recibir otro nuevo lleno de esperanzas y nuevos sueños por realizar.
Culminadas las festividades navideñas y de fin de año, la provincia andina volvió a la normalidad. Poca gente se veía en las calles, muchos comercios permanecían cerrados, todo estaba en calma y en silencio. Sólo las iglesias permanecían con sus puertas abiertas para recibir a los feligreses que venían
Retorné a la capital el día viernes 5 de Enero de 1990, esta vez, para cursar el segundo año de la carrera médica. El bus viajó toda la noche y recorrió mas de setecientos kilómetros en aproximadamente diez horas. A las seis de la mañana, estaba llegando a la estación de pasajeros de la ciudad capital. Allí tomé un taxi hasta la residencia estudiantil.
Agotado por el largo viaje, no abrí las maletas ese día. A las seis de la tarde bajé al comedor y cené, posteriormente me fui a dormir. El sábado en la mañana tomé el desayuno y luego me dirigí a la habitación para desempacar las maletas y organizar la ropa y zapatos en el armario.
El lunes por la mañana, llegué muy temprano al recinto universitario, llené las planillas de inscripción y cancelé los aranceles correspondientes del nuevo año académico. El ambiente en la universidad y en las calles de la ciudad era de completa calma, no se evidenciaba manifestaciones de alteración del orden público, algunos derechos civiles permanecían suspendidos y los cuerpos de seguridad hacían su recorrido por los diferentes lugares para controlar cualquier alteración que se presentara.
Durante los dos años siguientes, posteriores a los hechos acontecidos en la capital de la república, el ambiente que se respiraba a nivel nacional era paz y tranquilidad, salvo algunas protestas estudiantiles de factores de izquierda que no pasaron de ser simples protestas sin otras consecuencias. Durante esos dos años, las actividades escolares cursaron con normalidad y los estudiantes pudimos culminar felizmente los exámenes finales. Como de costumbre, al finalizar cada año académico viajaba a mi pueblo natal para celebrar en familia los logros obtenidos y las festividades de navidades y fin de año.
El día sábado 4 de enero de 1992, en horas de la mañana, estaba entrando a la capital. Al llegar a la estación de bus, tomé un taxi a la residencia estudiantil donde descansé del agotador viaje de 10 horas desde la ciudad de Telsida. El lunes siguiente, en horas de la mañana me incorporé a las actividades académicas.
Muy entusiasmado, inicié el tercer año de la carrera médica y el ciclo de prácticas en un pequeño hospital municipal ubicado a las afueras de la capital a donde me traslada en bus con otros compañeros de estudio.
Durante todo el mes de enero no hubo alteraciones del orden público ni manifestaciones en las calles de la ciudad, sin embargo, el ambiente político estaba tenso. Las fuerzas de seguridad se mantenían alerta ante la sospecha de posibles actos de sabotaje y alteración de la paz reinante en el país hasta esos momentos. Los entes de inteligencia tenían conocimiento de una posible insurrección militar.
Las sospechas del gobierno se hicieron realidad. El día 4 de febrero de 1992 en horas de la madrugada, el país despertó sobresaltado ante la noticia de que el palacio de gobierno estaba siendo atacado por un grupo de militares que intentaba derrocar al presidente. El palacio fue atacado por tanques y por una unidad de paracaidistas, produciéndose intensos combates que derivaron en múltiples heridos y muertos de ambas partes. El presidente logró escapar de sus captores y en horas de la mañana a través de la televisión logró enviar un mensaje al país informando acerca de la situación y condenando al movimiento rebelde que pretendía derrocarlo.
Los responsables de la intentona golpista pertenecían a un grupo clandestino existente en el seno de las fuerzas militares y movimientos políticos de izquierda.
Las razones argumentadas por los insurrectos era una supuesta mala gestión política y económica del presidente, el descontento de algunos sectores de las fuerzas armadas por hechos de corrupción en los altos mandos militares y en la represión tan violenta que hubo contra la población civil en los disturbios de febrero de 1989.
El intento de derrocar al gobierno terminó en pocas horas con la rendición de los sediciosos y la declaración ante los medio de comunicación del líder rebelde que manifestó el fracasó de la intentona y asumiendo públicamente ante las cámaras de la televisión su responsabilidad en los hechos acontecidos, originándose posteriormente su encarcelamiento y juicio junto con sus compañeros del acto fallido.
Para los seguidores de esta corriente militar, la insurrección representó el despertar del pueblo hacia el surgimiento de una nueva etapa de transformación política que marcaría un nuevo rumbo del país. Para otros, que no comulgaban con esa acción, consideraban que no existían razones para derrocar al presidente y que se trató de un complot cívico-militar orquestado, articulado y puesto en ejecución utilizando al ejército para que una clase política de izquierda tomara el poder.
A raíz de estos acontecimientos, el gobierno decretó una nueva suspensión de las garantías constitucionales y de las actividades académicas en todo el territorio nacional. El cierre temporal de los liceos y universidades no tomaron por sorpresa a los estudiantes, quienes resignados por la decisión del gobierno, abandonaron las aulas nuevamente hasta un nuevo aviso de la reapertura académica.
Algo molesto por la suspensión de clases, me resigné a permanecer en la residencia estudiantil manteniendo contactos frecuentes con algunos compañeros.
A los trece días del acto fallido de derrocar al gobierno y con todos sus actores en prisión, el país recobró la calma y se anunció en un ambiente de tranquilidad, la reanudación de las actividades escolares. Sin tiempo que perder llegué muy temprano al recinto universitario y me incorporé a las actividades académicas.
A pesar de la aparente calma reinante en la población, se notaba mucho descontento de los ciudadanos hacia el gobierno. Los partidos opositores al presidente no dejaban conspirar con la intención de derrocar al presidente.
José, un amigo y compañero estudios, militante y activista radical de un partido de izquierda comentó que se esperaba una nuevo alzamiento militar muy pronto. El comentario de José me ocasionó onda preocupación por cuanto estaría en riesgo la continuidad del año académico. Sin embargo. los meses pasaron sin presentarse alteraciones, el ambiente se mantenía tranquilo y las clases cursaban con normalidad.
Llegó el mes de Octubre y todos los estudiante nos preparamos para los exámenes finales del año académico. Durante ese tiempo me mantuve aislado de las noticias relacionadas con la política, solo me interesaba concluir con éxito el cuarto año de la carrera.
En la tercera semana de Octubre culminé las pruebas y obtuve excelentes calificaciones. Culminado el año académico, Un grupo de compañeros nos dirigimos a un centro comercial cercano para brindar por el feliz término de los estudios. Allí tomamos refrescos y una que otra cerveza. En medio de la tertulia. José, aprovechó la oportunidad para anunciarnos que para el fin de mes se esperaba un nuevo alzamiento militar, su partido estaba al tanto de lo que sucedería y estaba colaborando con las acciones civiles que se sucederían en las calle.
Muy preocupado y molesto por la noticia, exclamé__Es muy triste y lamentable decirlo, pero la historia de nuestra patria, se han utilizado las insurrecciones, los alzamientos, revoluciones militares o civiles para derrocar y colocar gobiernos, o bien, para cambiar su forma y dirección, ya sea por la fuerza o la intimidación. No es posible continuar así, es necesario que los líderes políticos reflexionen sobre el futuro que le espera a nuestro país de continuar con la obsesión de derrocar un presidente tras otro, y lo más grave, sin tener un rumbo claro hacia donde dirigirla. No podemos construir una patria grande sino formamos hombres útiles y profesionales capacitados, si persistimos en la ambición personal de poder antes que la motivación de logro, si continuamos con la intriga y el abuso a la credulidad de un pueblo.
José, al sentir el grado de molestia de mis palabras y para evitar una confrontación, se levantó de su silla y dijo. __Hasta luego amigos, un placer haber compartido con ustedes.
Como lo había pronosticado José, el 27 de noviembre de ese mismo año, estalló la rebelión cívico militar, compuesto por civiles perteneciente a una tolda política opositora y altos oficiales de las fuerzas armadas que se rebelaron contra el gobierno. El Distrito Capital fue el epicentro de la rebelión que se extendió también a varias provincias del país.
Esta segunda intentona, buscaba culminar con lo comenzado el día 4 de febrero. Las razones que argumentaban eran las mismas de los hechos anteriores: la corrupción, el desprestigio de los partidos políticos gobernantes y las pésimas condiciones socioeconómicas de la población en general. Sin embargo, más allá la intranquilidad ocasionada a la población y la destrucción de algunas viviendas, el intento fracasó por segunda vez. Algunos militares y civiles golpistas lograron salir del país y otros quedaron en prisión.
Durante los sucesos yo me encontraba disfrutando de mis vacaciones en mi pueblo natal. Al enterarme de los acontecimientos sucedidos en la región capital, busqué comunicarme con Hilda, sin embargo, el lugar donde ella se encontraba no tenía cobertura telefónica y con José fue imposible localizarlo.
Una semana de los hechos, Hilda ya estaba en casa de sus padres y pudo comunicarse conmigo mientras que José al fin apareció, se encontraba oculto en casa de un familiar que vivía en las afueras de la capital.
CAPÍTULO IV
En plena festividades navideñas de fin de año, durante una agradable reunión familiar mi padre manifestó sentirse cansado, con dificultad para respirar y un ligero dolor en el pecho. Ante tales síntomas, decidió ir a su dormitorio y descansar unos minutos. Una hora después, el malestar se había incrementado. Se midió la tensión y observó un incremento en los valores de la tensión arterial. Tomó el medicamento indicado para tales fines y mantuvo reposo en cama.
Dos horas más tarde, papá no evidenció mejoría, por el contrario, el dolor se incrementaba cada vez, razón está que preocupo a los familiares y fue traslado a la clínica. Inmediatamente fue atendido y se le realizó una evaluación cardiovascular cuyos resultados arrojaron: crisis hipertensiva y obstrucción parcial de las arterias coronarias.
Siete días después de un tratamiento intensivo recibió el alta médica con indicaciones precisas de reposo absoluto en su hogar y tratamiento adecuado para el caso.
Llegado el mes de Enero, como era costumbre cada año, retorné a la capital para incorporarme a las actividades académicas esta vez a cursar el quinto año de sus estudios de medicina. Sin embargo, en esta oportunidad me embargaba la preocupación por la salud de mi padre.
Al llegar a la ciudad capital, me trasladé a la residencia estudiantil y desde allí, me comuniqué con mi familia para saber del estado de papá. Cristina respondió que todo estaba bien y que mi padre mejoraba. Luego, hice una segunda llamada, esta vez a Hilda, después de saludarla con mucho afecto, le comuniqué lo relacionado con la salud de mi padre. Hilda, apenada por los sucedido, dijo, __No te preocupes que todo saldrá bien, tu padre se recuperará.
__Dios te oiga, porque mi padre es lo más grande para mi, ha sido mi ejemplo, mi guía y un gran amigo. Sin él no se que haría, le respondí.
El lunes 4 de Enero, después del desayuno, me dirigí a la universidad, allí, encontré a Hilda mi amiga inseparable a la cual apreciaba mucho, Igualmente, estaban los otros compañeros. Después de un saludo cordial nos dirigimos al salón de clases. José, como siempre, fue el último en llegar, no saludamos y escuchamos la clase de clínica médica, una de las cuatro asignaturas que formaban pénsum de estudios de ese año académico.
El mes de Enero transcurrió con normalidad tanto en la capital, en la universidad y en mi hogar. Mi padre se sentía mejor y se había incorporado a su actividad médica diaria pero con ciertas limitaciones que evitaba los esfuerzos, la fatiga y la tensión emocional.
Un día sábado del mes de Febrero, a muy tempranas horas de la mañana, recibí una llamada telefónica de Cristina, comunicándome la muerte de mi padre. Sin poder contener las lágrimas, mi hermana gritaba. __Papá murió, papá murió. Al escuchar aquella noticia tan inesperada, sentí una sensación de tristeza y comencé a llorar. Entre lágrimas pregunté a Cristina. __¿Cómo sucedió eso?
Cristina, mas calmada respondió __Papá se acostó bien. En la mañana mi mamá lo consiguió boca abajo encima de la cama, lo llamó y el no contestó. Mi madre se asustó e inmediatamente fue a mi cuarto y me despertó, fuimos al cuarto donde estaba él, le di la vuelta y tenía toda la cara morada y estaba rígido, tenía horas de haber muerto.
Al escuchar el relato de Cristina, Solo pude contestar, _Salgo inmediatamente para allá. Colgué el teléfono y empecé a llorar, luego me sentí mareado, todo a mi alrededor se tornó borroso, mis manos estaban frías, sudaba copiosamente. Logré alcanzar una silla y me senté, de lo contrario me hubiese caído.
Poco a poco recuperé la calma, llamé a Hilda y le conté lo sucedido y le avisé que me marcharía a Muco de inmediato. Hilda no tuvo palabras para consolarme solo me dio las condolencias y se despidió de mi.
Tome un taxi hasta la estación del bus compré el boleto para el único bus que salía ese día a las 8 de la noche. Durante todo el viaje estuve despierto, la preocupación no me dejaba pegar los ojos. Ascendiendo las serranías de los andes, el bus se detuvo y los pasajeros tuvimos que bajarnos. El motor se había recalentado y había presentado fallas. Estuvimos casi hora y media hasta que pudimos continuar la marcha.
A las 9 de la mañana del día siguiente el bus llegó a la ciudad de Telsida, luego, tomé un bus hasta Muco. A las diez de la mañana estaba llegando a casa donde me esperaba Cristina para ir a la funeraria. Llegué a la funeraria justo para ver a mi padre en el féretro y luego ir al cementerio a enterrarlo.
Después del entierro toda la familia nos trasladamos al hogar, muchos familiares y amigos nos hicieron compañía ese día. Al día siguiente, el hogar se sentía en silencio y en el ambiente reinaba mucha tristeza. Los amigos y familiares se habían marchado, sólo mi madre, hermana y yo, permanecíamos en el hogar. Después de consolar a mamá y hermana, me trasladé a la habitación, me tendí sobre la cama y con la mirada en el techo buscaba una explicación a lo sucedido y reflexionaba sobre el futuro familiar sin su padre y la continuidad de sus estudios sin los recursos económicos que facilitaba él.
Aquel día, había muerto no solamente el núcleo central de la familia, el principal sostén del grupo familiar, sino también, se había ido mi ídolo, mi modelo de vida, mi confidente y amigo. El ser que más admiraba y me había enseñado un camino y un proyecto de vida.
Una semana después de los tristes acontecimientos, retorné a la capital para incorporarme nuevamente a la universidad. Hilda que tomó como suyo mi dolor me recibió con lágrimas.
CAPÍTULO V
Seis meses más tarde de la desaparición física de mi padre y sin superar el trauma vivido, me encontraba descansando en la habitación de la residencia estudiantil. Me levanté de la cama y mientras tomaba una ducha observé un aumento en el crecimiento de mis tetillas, en ese momento le resté importancia al hallazgo, sin embargo, al pasar los días, sentí que algo me molestaba y notaba mayor crecimiento de ambas tetillas.
Una mañana, estando en la universidad, comenté a mi amiga sobre este hallazgo en mis tetillas. Hilda dijo __Tal vez, la comida que ingieres en la residencia tenga algún componente hormonal y sea la razón del crecimiento de tus tetillas.
__Es una explicación creíble, sin embargo, necesito consultar a un especialista y determinar las causas de tal fenómeno. Le respondí.
Al día siguiente, asistí a consulta médica en el hospital donde hacía las prácticas de clínica. El especialista en me examinó detenidamente y me preguntó si había ingerido algún tipo de hormona. Negué cualquier consumo de fármacos. Luego, me practicó un examen físico sin encontrar signos de alguna patología. El doctor solicitó estudios de sangre incluyendo perfil hormonal y me citó para una nueva consulta cuando llegaran los resultados.
Una semana después, regresé con los exámenes a la consulta pautada. El galeno le pareció extraño los niveles ligeramente elevados de hormonas femeninas en las pruebas. Me sugirió repetir los exámenes en otro laboratorio y asistir a consulta en una semana.
Durante el transcurso de espera para repetir los exámenes, presenté dolor abdominal de leve intensidad que se incrementaba en horas nocturnas y me obligaba a tomar analgésicos para aliviar el dolor.
Dos días ante de asistir a consulta, caminando por los pasillos de la universidad, presenté un fuerte dolor abdominal y vómitos. Hilda, que en ese momento me acompañaba me llevó a la sala de emergencia del hospital. Allí, el medico residente de turno, me examinó y encontró una masa tumoral palpable a nivel del lado derecho del abdomen, debajo del hígado. De inmediato el galeno suministró analgésicos para calmar el dolor, indicó hidratación intravenosa, solicitó con carácter de urgencia una tomografía abdominal y un estudio hematológico.
Hilda se mantuvo en todo momento a mi lado me acompañó a los diferentes servicios donde me fueron practicados los estudios.
Me sentía muy preocupado ante el nuevo hallazgo clínico. Mientras hacían las pruebas me mantuve pensativo y poco comunicativo.
Hilda notaba mi angustia, no dejaba de moverme, la respiración era acelerada, mis manos estaban frías y sentía los labios resecos.
__Tranquilo amigo, todo va salir bien. dijo Hilda.
Culminados los estudios, éstos fueron enviados a la sala de emergencia con el informe correspondiente. El médico residente de emergencia observó la tomografía y leyó el informe. Sin hacer comentarios al respecto,
__Bachiller, es necesario referirlo al especialista en vías digestivas para que analice la tomografía y de su diagnóstico, __dijo el médico
Hilda, que aparentaba estar más tranquila,
__¿Doctor es algo malo? __preguntó Hilda
El residente fue muy parco en su respuesta,
__En la placa se evidencia una masa tumoral, __respondió el médico.__ Debe verlo un especialista para que precise el diagnóstico del caso. Mientras tanto haré la historia de ingreso para que sea hospitalizado.
Me mantenía sin pronunciar palabras. Por mi mente pasaban muchos pensamientos. Dios mío, ¿Que me está sucediendo? ¿Qué tengo? Comencé a sentir miedo e imaginaba lo peor. Hilda trataba de tranquilizarme con palabras cariñosas mientras pasaba la mano por mi rostro y secaba el sudor de mi frente.
__Que suerte la mía, primero mi padre y ahora yo, __ pensé
Estuve hospitalizado en el servicio de cirugía por varios días donde fue examinado por el cirujano de guardia, quien confirmó la presencia de una masa tumoral en el hipocondrio derecho, debajo del hígado. El cirujano observó la tomografía y leyó detenidamente el informe correspondiente.
Con voz muy amable,
__Hijo, según esta placa tienes un tumor en la cara inferior del hígado, __dijo el doctor. __Es necesario explorar y extirparlo porque está comprimiendo estructuras hepáticas que podrían agravar el cuadro clínico.
Sentí mucho miedo al enterarme del diagnóstico y de la decisión quirúrgica. Con voz temblorosa y los ojos llenos de lágrimas, estreché la mano de Hilda y le dije.
__Gracias amiga, por el apoyo que me has dado en estos momentos, __le manifesté.
__Todo saldrá bien, __respondió Hilda
CAPÍTULO VI
Ante el estado de angustia que sentía, clamaba por mi padre. Cuánta falta me hace papá, cuanto desearía que el estuviera aquí conmigo. Necesito ver a mi madre pronto. Por favor Hilda, llama por teléfono a casa y explícale a mi madre lo que está sucediendo.
Hilda, inmediatamente marcó el número de teléfono y se comunicó con mi madre. Le explicó todo cuanto estaba sucediendo y las recomendaciones médicas.
Su hijo desea que usted este presente el día de la operación. Mi madre sin salir de su asombro ante la inesperada noticia, avisó a Cristina y le solicitó la acompañara en su viaje a la capital.
En horas muy tempranas de la mañana, Cristina y mi madre, salieron en bus de la estación de Telsida. Diez horas después estaban llegando a la ciudad capital. Allí tomaron un taxi que las trasladó al hospital universitario. Eran las cinco de la tarde cuando llegaron y pudieron verme. Después de abrazos, besos y sollozos, le presenté a Hilda y le mencioné la ayuda que ella me había brindado durante todo el proceso que había vivido.
Mi madre agradeció a Hilda toda la colaboración que me había brindado y le solicitó que estuviera con ellas en esos días de angustia.
Hilda respondió
__No se preocupe señora, __respondió Hilda. __Estaré aquí al lado de ustedes en mis ratos libres de clases. En vista de la hora y lo lejos que vivía Hilda, ella se despidió de su amigo y familia.
__Mañana, después que salga de clases, vendré nuevamente, __expresó Hilda.
Llegada la noche, Cristina se dirigió en taxi a la residencia estudiantil y allí informó todo cuanto estaba ocurriendo, esa noche se quedaría en la habitación y recogería la ropa que necesitaba su hermano. La gerencia de la residencia no puso ninguna objeción y Cristina pudo quedarse por esa noche.
Mientras tanto mi madre permanecía en el hospital acompañándome. Cansada por el largo viaje, mi madre se quedó dormida. Comencé a llorar en silencio evitando hacer ruido para no despertarla y verla sufrir. No pude dormir en toda la noche. Cuando lograba conciliar el sueño por la fatiga, las pesadillas y sobresaltos lo interrumpían.
Eran las cuatro de la mañana cuando mi madre despertó y me vio con los ojos abiertos mirando al techo.
__Hijo, ¿Qué tienes, te sientes mal?, __preguntó mi madre.
__No he podido dormir en toda la noche, estoy muy nervioso, me preocupa lo que tengo, siento mucho miedo. Por más que trato de distraer la mente, siento mucha incertidumbre, sentimientos encontrados, siento rabia, tristeza, miedo y no se cuantas cosas más, respondí.
__No entiendo ¿Por qué yo, Por qué a mi?. __¿Qué hice yo en esta vida para merecerme este castigo? Habiendo tantos delincuentes y asesinos en las calles y no les ocurre esto.
Acariciándome el rostro y con voz suave
__Hijo, no pierdas la fe, dijo mamá. __No culpes a nadie de lo que te sucede, acepta con humildad la voluntad de Dios que él te protegerá y todo saldrá bien
Escuchando a mi madre y sintiendo sus suaves caricias, quedé profundamente dormido.
A las siete y media de la mañana llegó Hilda. Yo estaba dormido, pero al escuchar su voz dando los buenos días a mi madre, abrí los ojos. Se acercó a mi y me besó en la mejilla.
__Te has convertido en mi ángel protector, le dije. Con la presencia de mi madre y la tuya me siento el hombre más feliz de la tierra, siento que puedo afrontar cualquier dificultad que se presente.
__Me alegro mucho que te sientas así, se fuerte que todo va a salir bien. Dijo Hilda.
Después de pasar algunos minutos con nosotros, mi amiga se despidió para asistir a sus clases, no sin antes decirme. __Tomaré todo los apuntes y luego te pondré al día, no vemos al medio día.
__Está bien amiga. Le respondí
Eran las ocho de la mañana cuando llegó el cirujano para evaluarme y dejar asentado en la historia médica las indicaciones preparatorias para el acto quirúrgico que fue fijado para las tres de la tarde de ese mismo día. Las enfermeras se encargaron de prepararme para la intervención.
Mientras pasaban las horas, mucha gente vino a visitarme: familiares, amigos, profesores, compañeros de estudio, gente querida y personas con la cual tuvo muchas diferencias, pero que en esos momentos las olvidaron y mostraron su solidaridad en la dificultad que estaba viviendo. Toda esa gente buscaba, sin condiciones, alegrar una situación triste en mi vida.
A pocas horas de terminada la visita, sin ingerir ningún tipo de alimentos, llegó la enfermera para dar cumplimiento a las indicaciones que había dejado el cirujano. Me colocó la indumentaria necesaria que requería para el procedimiento quirúrgico y luego llegado la hora fui trasladado a pabellón.
Durante el trayecto al quirófano, muchos pensamientos pasaron por mi mente. Recordaba con cuanta alegría recorría aquellos pasillos con los profesores de técnica quirúrgica, cuántas operaciones había asistido. Para ese entonces era un aprendiz cuya mente estaba centrada en aprender las técnicas del bisturí, no comprendía otras cosas.
Hoy cuando soy yo el paciente es cuando comprendo cuanto sufrimiento lleva un paciente cuando que va rumbo a pabellón. Me doy cuenta cuanta diferencia existe entre ser observador y ser observado.
Al fin, llegué a quirófano. El ambiente estaba muy frío. Los cirujanos tenían sus caras tapadas. Me inyectaron en la vena, me colocaron la mascara de anestesia, sentí una sensación muy extraña en el cuerpo y luego... nada.
Al despertar tuve dificultad para abrir los ojos y cuando lo hacía la visión era borrosa. Escuchaba pasos y voces lejanas. No comprendía las palabras. Sentía que alguien tomaba mi mano, pero no reconocía a las personas.
El no poder hablar, el dolor en la herida, los gases estomacales, el frío inmenso que sentía al salir de pabellón y en la sala de recuperación, me hicieron sentir mal. La incomodidad de ser bañado en la cama o cualquier movimiento causaba dolor y me hacía muchas veces llorar, no saber si es de día o de noche por cuanto pasaba la mayor parte del tiempo sedado.
Al día siguiente, me llevaron a la habitación. Allí esperaba mi madre, hermana e Hilda. Todas me recibieron con alegría y me besaron. Por recomendación médica no podía hablar para evitar llenarme de gases y evitar el dolor posteriormente.
Dos horas después de estar en la habitación, se presentó el cirujano e informó al grupo familiar que fue imposible extirpar el tumor por cuando tenía múltiples ramificaciones que invadía algunos órganos. Se tomó muestra del tumor y se envío para estudio histopatológico. Cuando obtengamos los resultados decidiremos la conducta a seguir.
Al día siguiente por la mañana, durante la acostumbrada visita médica, el cirujano me informó sobre la dificultad de extirpar el tumor, sólo se tomó un fragmentó del tejido y se envió para su estudio.
Una vez obtenido el resultado, el médico tratante no podía creer lo que reportaba la biopsia, se trataba de un coriocarcinoma, un tipo de tumor maligno que solo se ve en mujeres con embarazo molar o posterior a un aborto. El cirujano no entendía la razón de ese tumor en mi cuerpo. Ante la magnitud del tumor y el grado de invasión alcanzado en hígado, pulmón e intestino, fui declarado enfermo en fase terminal.
Al enterarse del informe médico. enmudecí, lloré en silenció y luego oré por mi curación. Mi madre consolaba mi llanto y calmaba mi angustia.
Hilda, preocupada por el diagnóstico y el pronóstico, buscó información sobre el caso y los índices de sanación publicados al respecto. Encontró estadísticas que daban esperanzas de vida, encontró artículos publicados en revistas médicas actualizadas donde referían las influencias de la vivencia de acontecimientos estresantes como factor desencadenante de enfermedades.
Una tarde, Hilda, me trajo un artículo publicado en una conocida revista médica, donde refería la influencia de los acontecimientos vitales estresante en la aparición de las enfermedades.
Escuché con atención e interés la lectura del mencionado artículo que hacía referencia a la vivencia inesperada de un acontecimiento vital estresante que toma al individuo por sorpresa ocasionando una patología clínica llamada trastorno de estrés post traumático y la cual se manifestaba con alteraciones a nivel psíquico y muchas veces con daños orgánicos, los cuales pueden presentarse inmediatamente de sucederse los hechos o bien, a los días, meses o años después de la vivencia traumática. Los daños orgánicos, se manifestaban desde leve alteraciones funcionales tales como taquicardia, malestar estomacal, temblores, perdida de peso e insomnio; hasta enfermedades infecciosas, o bien, proliferación de células malignas por depresión del sistema inmunológico.
Terminada la lectura, Hilda comentó __La muerte de tu padre fue un acontecimiento vital inesperado, una vivencia altamente estresante para ti. Quizás allí esta la razón de tu enfermedad.
__Tal vez esa sea la causa y el tumor las consecuencias pero quiero saber que voy hacer con lo que me está sucediendo, respondí
Nuevamente intervino Hilda, __Se que es necesario tratamiento médico, sin embargo, considero que sería de gran ayuda una evaluación psicológica para determinar el alcance del trauma vivido por la muerte de tu padre.
__Está bien amiga, seguiré tus consejos, mientras reciba tratamiento médico, buscaré ayuda psicológica.
Días después de la intervención quirúrgica y con las pruebas de laboratorio de control realizadas, el grupo médico tratante procedieron a la administración de quimioterapia, un fármaco específico para este tipo de cáncer en particular. Durante la administración de quimioterapia perdí quince kilos, quedé calvo, la hemoglobina bajó a seis gramos, no tenía fuerzas para levantarme de la cama, me sentía morir.
Al ver mi estado tan delicado de salud, Hilda consultó a una especialista en psiconeuroinmunología y docente en la escuela de medicina. La doctora me visitó y observó mi estado delicado de salud, me notó deprimido y con poca fe en la curación.
Ante esta situación, la doctora me dijo __La enfermedad no es un castigo, ni es consecuencia de la mala suerte, es una señal de que nuestra estabilidad emocional está alterada. Es un aviso que hemos perdido la felicidad y la paz interior. No son los conflictos los culpables de nuestros males, es la forma como los vivimos y los sentimos. Cada quien sufre o padece su enfermedad en forma diferente, según sea la razón o actitud que asume ante la vida. Las emociones juegan un papel muy importante en la alteración de nuestra salud cuando se presentan inesperadamente y se viven en soledad, ó bien, cuando se callan sin dar salida al dolor que está viviendo. “Cuando el sentimiento duerme la enfermedad despierta”. La angustia, la depresión, la ira y el resentimiento; son más poderosos que cualquier agente infeccioso. Estas emociones desagradables alteran y disminuyen las defensas del organismo, nos debilitan y predisponen a sufrir todo tipo de enfermedades, incluyendo el cáncer.
La doctora Rodríguez me suministró información sobre los nuevos descubrimientos en relación con los efectos de las emociones en la causa del cáncer y el tratamiento con visualizaciones.
Ante de irse, la doctora me recomendó la lectura de varios libros: Historia de un niño con tumor cerebral curado con visualizaciones, Sanar es un viaje del Dr. Simonton y Fundamentos de una nueva Medicina.
Dos semanas después fui dado de alta médica con tratamiento ambulatorio y evaluaciones semanales. Me fui a casa y bajo el cuidado de mi madre y hermana logré recuperarme y sentirme mejor. Durante mi convalecencia tuve la oportunidad de leer varios de los libros recomendados por la doctora. Todos, sin excepción, me conmovieron y me dieron una esperanza de vida.
Los Fundamentos de la nueva medicina, trata sobre la influencia de los factores psicosociales en la génesis de la enfermedad. Las vivencias de acontecimientos vitales estresantes y su relación con la aparición de enfermedades, incluyendo el cáncer. Estas teorías y la asociación con mi enfermedad me devolvieron la esperanza de vida
Las teorías del autor del libro, trajeron a mi memoria aquel momento dramático cuando recibí la noticia de la muerte de mi padre y luego seis meses después la aparición del cáncer en mis órganos.
Inicié las prácticas de visualizaciones recomendadas por la doctora Rodríguez. Cuando recibía la inyección intravenosa de quimioterapia, la imaginaba como una sustancia llena de energía que viajaba por mi sangre y llegaba al tumor. Imaginaba como esa energía quemaba las células malignas y las destruía. Seguí las recomendaciones al pie de la letra: Me mantuve haciendo las visualizaciones, traté de mantener el buen humor, No oculté mi enfermedad a familiares y amigos y siempre hablaba de ella. Le perdí el miedo al tumor y me aferré a la vida.
Reflexiones sobre mi enfermedad y las cusas que la originaron. Pensé que mi enfermedad me estaba diciendo algo: que me sentí indefenso con la muerte de mi padre y que tuve miedo a dirigir mi propia vida. Me di cuenta que la muerte es parte de la vida. Aprendí que para curarme era necesario: querer curarme, aprender como curarme y darme el tiempo suficiente para curarme.
Sentí la bondad infinita en mi corazón, recuperé mis fuerzas y mi apetito, aumenté de peso y me creció el cabello. Al final, con alegría y cariño pude vencer mi enfermedad. Hoy estoy curado, pude culminar mis estudios de medicina y obtuve el titulo de médico. Me casé con Hilda y hoy somos una pareja feliz y padres de dos hermosos hijos.
Hoy comprendo que la enfermedad no es un castigo, es una señal de alerta de que nuestra estabilidad emocional está alterada. Es un aviso que hemos perdido la felicidad y la paz interior. Que no son los conflictos los culpables de nuestra inestabilidad, sino, la forma como los vivimos y los sentimos. Que las emociones desagradables alteran y disminuyen las defensas de nuestro organismo, nos debilitan y predisponen a sufrir todo tipo de enfermedades, incluyendo el cáncer.
CONCLUSIONES
Alguna vez en la vida y en cualquier momento de nuestra existencia, todos los seres humanos, sin distinción de edad, sexo, raza o condición social; nos enfrentamos a situaciones traumáticas, conflictos y enfermedades que amenazan nuestra propia vida, la de nuestros seres queridos y del entorno donde vivimos.
Estos acontecimientos, considerados vitales y estresantes son sucesos relevantes en la vida de las personas que lo perciben como un hecho negativo o no deseable, los cuales producen cambios a lo largo de la vida de los seres humanos
La vivencia inesperada de un acontecimiento vital estresante que toma al individuo por sorpresa y muchas veces en soledad, puede repercutir gravemente en la salud del individuo que la sufre. Esta situación estresante vivida ocasiona en la persona, alteraciones en el área psíquica y/o orgánica cuyas consecuencias pueden manifestarse inmediatamente de sucederse los hechos, o bien, presentarse, a los días, meses o años del acontecimiento vivido. Dicha alteración ha sido llamada por la psiquiatría “Trastorno de estrés post traumático”
Entre los tantos acontecimientos vitales estresantes que suceden en la vida, la muerte inesperada de un ser querido constituye un duro golpe a la psique de la persona quien la sufre, pudiendo manifestarse posteriormente en alteraciones de la salud, más si esta última ha mantenido un vínculo de apego muy fuerte con el difunto, ya que esta pérdida significa una separación inesperada que deja al doliente en un estado de indefensión y confusión que puede afectar su salud física y mental.
La enfermedad tiene razón, narra la historia de un joven estudiante proveniente de una familia de clase media alta, residenciada en la ciudad de Mucu, una pequeña población de la región andina.
El padre del estudiante, era médico en la especialidad de cardiología y ejercía su profesión en Telsida una ciudad cercana. Era el principal sostén económico y protector del grupo familiar. Su hijo lo idolatraba y sentía una fuerte admiración por él y la profesión que ejercía, de allí su vocación de estudiar medicina al culminar sus estudios de educación media.
Inició su carrera médica en una época en que su país estaba viviendo una situación de mucha inestabilidad económica y política, lo cual generó insurrecciones cívico militares que interferían con sus actividades académicas y ponían en peligro su carrera profesional.
La muerte súbita de su padre, constituyó un acontecimiento vital estresante de fuerte impacto emocional que generó en él, alteraciones funcionales y orgánicas que lo llevó a ser declarado enfermo en fase terminal pero una oportuna reflexión sobre los acontecimientos vividos y una firme voluntad de vivir, lo llevo a recuperar la salud e iniciar una nueva vida
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