A mis 27 años de edad contraje matrimonio con Manuel. Luego de cinco años de vida conyugal sin protección alguna no hubo embarazo. Asistí a consulta de fertilidad por el deseo de quedar embarazada. Un año después de exámenes y tratamiento médico logré el embarazo deseado. Al llegar a casa, muy emocionada comuniqué a mi marido que iba a ser papá, pero él mostró poco interés en la noticia. A pesar de sentirme decepcionada por la actitud de mi marido, le resté importancia porque me sentía feliz por el logro obtenido.Durante los tres primeros meses de control prenatal, el crecimiento y desarrollo embrionario fue satisfactorio, pero notaba cierta indiferencia de mi marido hacia la evolución del embarazo. Cuando inicié el cuarto mes de embarazo noté que Manuel se ausentaba frecuentemente de casa y regresaba en horas de la noche bajo el pretexto de que tenía mucho trabajo.Una mañana, cuando Manuel se dirigió a la empresa donde laboraba, lo seguí en mi vehículo y descubrí que mi marido tenía otra mujer y un hijo. Al descubrir el engaño sentí una sensación de frustración y dolor que lo vivi en silencio.Cinco días después del trauma vivido asistí a consulta por presentar dolor en el bajo vientre y sangrado genital. Cuando el médico realizó la ecografía pélvica observó signos de amenaza de aborto. Indicó tratamiento y reposo absoluto en cama. Tres días después persistió el sangrado con mayor intensidad. Fui hospitalizada de inmediato pero al día siguiente de estar hospitalizada se produjo el aborto. Dos días más tarde fui dada de alta en buenas condiciones físicas, pero emocionalmente me sentía derrotada. La pérdida del bebé y la ausencia de Manuel en los momentos más críticos de mi vida generó en mi, una gran soledad y tristeza.Una semana después del regreso a casa sentí que la vida no tenía sentido, no quería vivir y no deseaba hacer nada. Mi madre al verme en ese estado me trasladó al hospital donde quedé en observación. Durante quince días estuve hospitalizada bajo estricto cuidado con el médico psiquiatra y tratamiento antidepresivo. Una vez mejorada fui dada de alta y enviada a casa con tratamiento antidepresivo y evaluación cada 15 días con el especialista.Durante ocho meses estuve en casa de mi madre bajo terapia antidepresiva. Pero un día decidí por voluntad propia la suspensión del tratamiento y retorné a mi hogar. Durante los primeros días de estancia en casa, la soledad por la ausencia de Manuel y los recuerdos de aquellos momentos tan dramáticos que viví, ocasionaron una recaída depresiva, pero a pesar de la tristeza y las lagrimas, no regresé con mi madre, porque quería superar sola el trauma vivido. Busqué trabajo para olvidar mis penas y salía con las amigas para distraer mi mente. Así pasaron los meses.Seis meses más tarde, comencé a presentar dolor a nivel todas las articulaciones, fiebre, malestar general, pérdida de peso, erupciones en la piel y manchas en la cara. Asistí a consulta con el médico internista, quien indicó unas pruebas de laboratorio cuyos resultados reportaron presencia de células LE y anticuerpos antinucleares en la sangre, compatible con la enfermedad de Lupus Eritematoso Diseminado.Angustiada por el resultado de los exámenes—¿Qué significa eso?, —pregunté al doctor.—El Lupus Eritematoso Diseminado (LED) es una enfermedad en donde el sistema inmunológico que, normalmente nos defiende de los agentes externos del medio ambiente, por razones aún desconocidas ataca y destruye los tejidos de nuestro propio cuerpo, ocasionado lesiones en órganos y tejidos, aunque en grado y extensión variables en cada pacientes, —respondió el doctor. —Se ha considerado que la vivencia inesperada de un acontecimiento estresante y vivido en soledad puede ocasionar alteraciones emocionales cuyas consecuencias pudiese ser la aparición de enfermedades mentales u organicas.—Entonces, ¿El engaño fue la causa de todo lo que me sucedió? —pregunté al doctor.—No señora, los conflictos no son causa de nuestros males, sino como los vivimos y los sentimos, —respondió el doctor.
EL ENGAÑO FUE LA CAUSA.
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