SISTEMA PNIE
“La enfermedad es el resultado no sólo de nuestros actos sino también de nuestros pensamientos.” Gandhi Monadas
INTRODUCCIÓN
Para entender la salud y la enfermedad es necesario conocer el funcionamiento del sistema PNIE que posee el ser humano y otros seres vivos como mecanismo natural de protección y defensa. Este sistema defensivo se mantiene en alerta permanente ante posibles agentes externos e internos que pretendan alterar el equilibrio orgánico y generar enfermedades.
El cuerpo humano no es un ente fraccionado de órganos y tejidos que funcionan aisladamente, sino que es un todo integrado, coordinado y dirigido por el sistema nervioso y su órgano rector, el cerebro. No existe en el organismo una sola célula, órgano o tejido que funcione sin la rectoría del cerebro. De allí que todo cuanto sucede en el cerebro repercute en el cuerpo y viceversa.
El cerebro y su red de nervios mantienen una constante comunicación con el universo corporal a través de sustancias neuroquímicas, hormonales e inmunológicas constituyendo una unidad psiconeuroinmunoendocrina (PNIE) que recibe, procesa y transmite información del medio externo e interno del organismo, vigila, controla regula todas las funciones del cuerpo y defiende al organismo de cualquier agente que amenace la integridad biopsicosocial del individuo.
Desde la antigüedad hasta nuestros tiempos se ha hablado de la estrecha relación mente y cuerpo: Hipócrates, Galeno, Claude Bernard, Walter Cannon y Hans Seyle; entre otros tantos, han considerado la importancia que tiene la psique y las vivencias emocionales en las enfermedades de nuestro cuerpo, pero pocos méritos le dieron en su momento.
Es con la aparición de la nueva neurociencia, la psiconeuroinmunoendocrinología, cuando el concepto mente-cuerpo ha tenido mayor relevancia y le ha quitado las características de ciencia-ficción que había tenido hasta ahora, demostrando con criterio científico la estrecha relación entre los pensamientos, las emociones y el eje neuroinmunoendocrino, poniendo en evidencia la importancia que este eje funcional tiene en la prevención y defensa del organismo contra los acontecimientos vitales estresantes y las consecuencias mórbidas que estas generan en el individuo.
La psiconeuroinmunoendocrinología, le otorga una visión holística a la medicina, donde la psique juega un papel muy importante tanto en la salud como en la enfermedad del individuo. Esta nueva ciencia estudia la estrecha relación entre la psique, el sistema neurológico, el sistema inmunológico y el endocrino; creando una unidad funcional integrada, donde la disfunción de uno de sus componentes repercute en todo el sistema
RELACIÓN PSIQUE Y ENFERMEDAD
Desde la antigüedad se ha observado la asociación entre acontecimientos estresantes físico y psicológico con la génesis de enfermedades. Hipócrates (460-370 a.c.), subraya que el cuerpo humano posee mecanismos fisiológicos para defenderse de las agresiones externas e internas e hizo popular la frase “Mente sana, cuerpo sano”. Galeno (129-200 d.c) se sabe, que las emociones afectan la salud de la persona tanto en el comienzo como en el curso de las resistencias inmunológicas y en las enfermedades.
El término estrés comienza a emplearse a mediados del siglo XIV para referirse a situaciones difíciles, adversas y traumáticas. Pero no será hasta el siglo XIX cuando en 1857 Claude Bernard afirmó que los cambios ambientales pueden alterar el organismo.
En 1929 el neurólogo Walter Cannon reconoció que los agentes estresores amenazantes pueden ser físicos y/o emocionales. Dichos agentes ocasionan cambios fisiológicos en el organismo que lo preparan para “la lucha o fuga” Posteriormente, Hans Seyle, (1936), médico fisiólogo, considerado por muchos como el padre del concepto moderno de estrés y el creador del “Síndrome General de Adaptación” (SGA), mecanismo automático que involucra un conjunto de reacciones neuro hormonal e inmunológica, que se activa ante cualquier situación estresante que amenace la integridad biopsicosocial del sujeto.
La primera relación entre el sistema endocrino con el inmunológico fue comunicada por Calzolari en 1898, quien observó en conejos castrados el aumento del timo, glándula, que ejerce una clara influencia sobre el desarrollo y maduración del sistema linfático y en la respuesta inmunitaria defensiva de nuestro organismo. Solomon (1964) escribe sobre la integración entre inmunidad, enfermedad y cómo podrían influir los estados emocionales. Ader (1975), escribe sobre la conducta y estados emocionales que pueden llevar a la depresión del sistema inmunológico y Farrar (1987) publica un interesante artículo sobre la relación del sistema inmune y el nervioso.
Es precisamente en las cuatro últimas décadas cuando aparecen varios estudios sobre la nueva neurociencia “psiconeuroinmunoendocrinología” que tiene una visión más integral del ser humano y la enfermedad, como resultado de una alteración en la intrincada red de mensajes y respuestas en la que moléculas como las citoquinas, las hormonas, los neurotransmisores y otras sustancias que juegan un rol de suma importancia al aumentar o disminuir ante estímulos emocionales.
Segerstrom y Miller (2004) sostienen que en las últimas tres décadas se han realizado más de trescientos estudios sobre el estrés y el sistema inmunológico en personas, que demuestran que los retos de orden psicológico son capaces de modificar nuestro organismo provocando, que el sistema inmunológico se debilite o agote ante la invasión de virus, bacterias, sustancias químicas tóxicas y priones (sustancias compuestas por aminoácidos que afectan al sistema nervioso central).
Ortega Navas (2006) afirma que el estrés es un factor de riesgo para la salud presente en todas las actividades y aunque es imprescindible a cierto nivel al potenciar capacidades como la creatividad, el sentido positivo, la capacidad de aprendizaje y la toma de decisiones, entre otras. Si se sobrepasa ese nivel ante un factor estresante intenso o prolongado, el organismo se agota, provocando las llamadas enfermedades del estrés.
Maruso (2009) considera que las emociones influyen sobre la inmunidad e insiste en que la mente y el cuerpo están intrínsecamente ligados, que la alteración de una afecta la química interna optimizando o debilitando nuestro estado funcional y que, está en nuestras propias manos poner en marcha un nueva cultura de la salud que implica que las personas somos capaces de mantener y procurarnos la salud a nivel físico y psíquico.
Ortega Navas (2009) afirma que las emociones juegan un papel muy importante para la salud y son una parte innegable de nuestras vidas y son fundamentales para el estado positivo de la misma al contribuir a potenciar una conducta saludable.
La mayoría de los estudios encuentran que el estrés puede alterar el sistema inmune aumentando la vulnerabilidad del organismo (procesos infecciosos, cáncer y enfermedades autoinmunitarias) fruto de vivencias de eventos vitales estresantes (Rosenthal; 2002; Ray, 2004; Sierra, et al., 2006; Sandín, 2008; McEwen, 2008; entre otros).
SISTEMA PNIE
La psiconeuroinmunoendocrinología es una rama de la medicina moderna que se ha convertido en estas últimas décadas, en la disciplina emergentes que está haciendo un significativo aporte a las ciencias de la salud y en el campo de las neurociencias. Ella explica con criterio científico, la estrecha relación existente entre el sistema psicológico y los sistemas nervioso, inmunológico y endocrino constituyendo una unidad funcional llamada PNIE.
Gracias a esta unidad, el cerebro recibe, procesa y responde consciente o inconscientemente a los cambios del mundo externo e interno. La psique recibe, interpreta y procesa la información. El sistema neurológico pone en alerta al organismo para luchar o correr. El sistema endocrino suministra los recursos necesarios para la lucha o la fuga. Y el sistema inmune detecta y elimina a invasores externos o internos que intentan menoscabar la salud del individuo.
Varios descubrimientos realizados en las tres últimas décadas han evidenciado las interacciones fisiológicas entre los componentes del sistema PNIE, llevadas a cabo mediante un sistema de comunicación bioquímico común, donde participan neurotransmisores y hormonas.
Steptoe y col, han demostrado que la sensación de felicidad o bienestar disminuye la actividad neuroendocrina, inflamatoria y cardiovascular. Estos autores comprobaron que los estados afectivos positivos se asocian con valores más bajos de cortisol libre y con niveles menores de los marcadores de la inflamación, como proteína C reactiva e interleucina. Esos efectos, explicarían la influencia de los factores psicosociales sobre el riesgo a la enfermedad cardiovascular y a otras enfermedades crónicas, tal como se ha sugerido para la psoriasis y la artritis reumatoide.
Las emociones desagradables y estresantes alteran la función leucocitaria y disminuyen la respuesta de los glóbulos blancos a las células cancerosas o infecciones virales u otros patógenos. No obstante, el estrés no afecta por igual a todos los subgrupos de leucocitos, mientras que exacerba algunas enfermedades autoinmunes que involucran a un determinado subgrupo de células blancas.
Kemeny, encuentra que la amenaza al status social ocasiona cambios en el funcionamiento del sistema PNIE, que puede explicar los efectos adversos sobre la salud. En esta respuesta fisiológica relacionada con el mundo social, en la que actúan mecanismos psicológicos y biológicos, los procesos cognitivos juegan un papel importante. La hostilidad es un factor de riesgo para la evolución adversa de muchos procesos tan disímiles como enfermedades cardiovasculares y desorden de estrés postraumático.
Schulz y Gold, destacaron la importancia del estrés psicológico con la mayor frecuencia de infecciones, disminución de la respuesta a la vacunación y el retardo del proceso de cicatrización de las heridas.
Irwin, del Instituto de Neurociencias de la Universidad de California, determinó la interrelación entre conducta e inmunidad atribuible a los mediadores inmunes, los mecanismos hipotálamo-hipófiso-adrenal y autonómicos que vinculan las respuestas del SNC con el sistema inmune, las manifestaciones inmunes de la depresión y el estrés y su riesgo en las enfermedades inflamatorias e infecciosas.
Basado en estas investigaciones, se podría vislumbrar que el organismo funciona como un todo. La unidad, PNIE actuaría al unísono de forma coordinada y acompasada, en el constante proceso adaptativo requerido para mantener la homeostasis o recuperar la salud. Es necesario evitar la fragmentación del humano en órganos y sistemas con funciones específicas autónomas, cuando en realidad, el organismo es un todo integrado bajo la rectoría del cerebro. La evidencia científica hoy en día demuestra que al modificar nuestros pensamientos estamos modificando nuestra biología (Kiecolt Glaser, McGuire & Robles, 2002; Cousins,1989)
EL EJE PNIE
El sistema psiconeuroinmunoendocrinológico (figura Nº1) es una unidad de protección y defensa que posee el organismo. Está conformada por cuatro sistemas: el psicológico, el neurológico, inmunológico y el endocrino; los cuatro forman un eje que mantiene una estrecha comunicación neuroquímica entre sí, lo que permite que funcionen coordinadamente y como un todo ante los acontecimientos que pongan en peligro la sobrevivencia del individuo
1. Sistema psicológico:
Los pensamientos, las emociones y la conducta (PEC), constituyen un eje funcional neuroquímico interconectado con el sistema nervioso. Es uno de los tantos mecanismos defensivos con que cuenta el ser humano para afrontar los acontecimientos vitales estresantes y sus posibles consecuencias en el ser humano. Este eje funcional constituye un engranaje muy complejo donde aquello que pensamos, sentimos y hacemos interactúa constantemente entre sí. Los cambios que se sucedan en alguno de ellos producirán alteraciones en los otros dos.
“Todo pensamiento genera una emoción y toda emoción genera una conducta” (Beck, 1973).
Si estás ante una situación que percibes como un peligro, la reacción emocional es miedo, la respuesta conductual es la preparación fisiológica del organismo para luchar o correr. Ante eventos estresantes, este eje funcional, utiliza estrategias de afrontamiento o mecanismos de defensa con el objetivo de modificar el entorno y el medio interno del sujeto a fin de neutralizar, reducir u oponerse a la experiencia estresante y disminuir así, el impacto emocional que esta genere y las consecuencias funcionales u orgánicas que podrían producirse en el sujeto si los mecanismos defensivos no lograran su éxito.
Entre las estrategias cognitivas de afrontamiento que puede utilizar la persona ante una vivencia traumática están: la evitación de los pensamientos amenazantes, la negación de los hechos y la distracción; como mecanismos para reducir la tensión emocional y el procesamiento de información perturbadora.
Otras conductas defensivas ante la situación de amenaza estaría: el desplazamiento de la agresión y la auto estimulación como: fumar, beber, comer, trabajar, sexo y ejercicios. Según (Weiss, 1972), estas conductas adaptativas modifican con éxito el entorno y constituyen la estrategia adaptativa más segura y eficaz.
Si una persona es despedida de la empresa, sus pensamientos pueden girar en torno de esta situación estresante, calificándolo como un acontecimiento terrible, una tragedia para su familia. Estos pensamientos de pérdida generan una reacción emocional de tristeza. Su conducta podría ser el aislamiento, encerrarse en su habitación, no hablar con nadie, o bien, tornarse agresivo, dedicarse a fumar, comer; como conductas alternativas que podrían aliviar la carga emocional.
Otro conjunto de estrategias de afrontamiento sería cambiar la forma de pensar con la finalidad de neutralizar la experiencia estresante o amenazante, modificando los pensamientos irracionales catastróficos, por otros más adaptativos. El sujeto despedido, analiza su situación de desempleo como un momento difícil que está viviendo, a pesar de sentir rabia por lo que considera fue un acto de injusticia su despido, minimiza su comportamiento agresivo y busca planificar estrategias para buscar nuevo empleo.
La terapia cognitiva (Ellis, 1973) y (Beck y col, 1973) busca modificar la conducta y hacerla más racional con la finalidad de afrontar el problema con menor trauma posible y buscar soluciones que permitan alcanzar los objetivo deseado.
2. Sistema neurológico.
El sistema nervioso comprende dos ramas: el sistema nervioso de la vida de relación o voluntario, que nos permite a voluntad relacionarnos con el medio ambiente y cumplir ciertas funciones a nuestra discreción. Y el sistema nervioso autónomo o involuntario que controla y regula el funcionamiento de los órganos internos. El sistema neurológico se mantiene en alerta permanente ante los cambios que puedan surgir en el medio externo o interno del organismo y constituye un mecanismo de protección y defensa a todo aquello que signifique una amenaza a la integridad del individuo.
Ante una situación que se percibe cognitivamente como una amenaza a la integridad biopsicosocial del individuo, tales como: guerras, terremotos, inundaciones, secuestros, accidentes, atraco, violación, prisión, actos quirúrgicos, muerte de un ser querido, divorcio, abandono, maltrato físico, despido laboral y jubilación; las cuales constituyen acontecimientos estresantes que suelen presentarse inesperadamente y que pueden dejar huellas, muchas veces, imborrables en la psique del ser humano, o bien, pueden ocasionar alteraciones funcionales u orgánicas a veces irreversibles. Ante tales situaciones estresantes, la primera reacción del sistema nervioso es colocar al organismo en actitud de lucha o fuga, originándose cambios fisiológicos que preparan al individuo para afrontar la amenaza, produciéndose lo que Hans Selye, (1936) denominó el “Síndrome General de Adaptación”.
3. Sistema inmunológico.
Otra de las herramientas con que cuenta el sistema de protección y defensa (PNIE), es el sistema inmunitario, el cual se activa cuando alguna sustancia o agente extraño incursiona en el cuerpo, o bien, ante cualquier alteración que se suceda en el medio interno, bien sea de las propias células o de la flora que hace vida en el interior del cuerpo. Ante esta irregularidad, el sistema inmunitario se coloca en posición de combate para neutralizar o destruir el agente que trate de poner en peligro la salud del sujeto. Los glóbulos blancos (leucocitos), entre ellos, los linfocitos B, T y fagocitos, son los principales componentes de este sistema, los cuales sintetizan mensajeros químicos llamados citoquinas cuya misión es combatir y destruir cualquier sustancia extraña que ingrese al cuerpo y constituya una amenaza para la salud del individuo.
El sistema inmunitario se encuentra en conexión directa con el sistema nervioso central (cerebro) a través de la presencia de receptores en los linfocitos, los cuales tiene la capacidad de percatarse de agentes extraños en el organismo y comunicarlo al cerebro, quien emite la orden inmediata de neutralizarlos y destruirlos a través de la fabricación de anticuerpos específicos para el agente en cuestión.
4. Sistema endocrino.
Este sistema lo constituye un eje formado por el hipotálamo, la hipófisis y las glándulas suprarrenales que interviene automáticamente cuando se suceden eventos estresantes que pongan en peligro la vida del individuo. El hipotálamo y la hipófisis se ubican en el sistema límbico, las glándulas suprarrenales sobre los riñones. Estos tres componentes se comunican entre sí con la finalidad de liberar cortisol ante la situación de emergencia que vive el organismo y la necesidad que tiene de recibir mayores recursos energéticos para afrontar la situación de peligro.
Las suprarrenales responden a los mandatos del hipotálamo e hipófisis para segregar la cantidad de hormona cortisol necesaria para el afrontamiento de la emergencia por el mayor tiempo posible. El cortisol es una hormona esteroidea que incrementa los niveles de azúcar en la sangre, movilizando los depósitos naturales con que cuenta el organismo, igualmente moviliza las grasas y proteínas como fuente alterna de energía cuando el organismo así lo requiera. El incremento del cortisol en la sangre y el tiempo de duración en ella, puede repercutir negativamente en la salud del individuo. Los elevados niveles de esta hormona por tiempo prolongado ocasiona: depresión psíquica, mal humor, irritabilidad. Alteración del metabolismo con incremento del azúcar, colesterol y triglicéridos en sangre. Aumento de peso corporal, descalcificación ósea (osteoporosis) y lo más grave, depresión del sistema inmunitario con la consiguiente aparición de infecciones bacterianas, fúngicas, virales y la proliferación de células malignas.
ENLACES DE REFERENCIAS
La psicología y el sistema inmune
Psiconeuroinmunoendocrinología
Estrés y psiconeuroinmunoendocrinología
psiconeuroinmunoendocrinología y el estrés
Psiconeuroinmunoendocrinología. Inteligencia emociona
psiconeuroinmunoendocrinologia (pnie) aplicada a la salud
Psiconeuroinmunoendocrinología en enfermedades autoinmunes (LES)
Psiconeuroendocrinología del estrés y la depresión
La Psiconeuroinmunoendocrinología | PDF | Citocina
Psiconeuroinmunología. Por Jose Vidal Gomez
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