EL EPICENTRO

Introducción

  

La finalidad de este artículo es de presentar en una forma clara y sencilla, la importancia que tiene el sistema nervioso, en especial su órgano rector, el cerebro, como epicentro de todo cuanto acontece en el cuerpo humano y su responsabilidad en la salud y la enfermedad del individuo.  

Se hace mención a las tres áreas fundamentales del cerebro y sus funciones básicas que tienen un papel importante ante la vivencias de acontecimientos vitales y sus consecuencias en la salud física y mental. Se hace énfasis  en los innumerables receptores o sensores distribuidos por todo el cuerpo humano que mantienen una vigilancia permanente y cuya función es captar todo cuando acontece  en el medio interno o externo del organismo y transmitirlas al cerebro a través de la red de fibras nerviosas. 

Se menciona el eje pensamiento, emoción y conducta existente en el cerebro, que juega un rol importante en el equilibrio y alteración de la salud del individuo,  donde la interpretación que hace el sujeto de los acontecimientos o experiencias vividas determina el tipo de  alteración emocional y su forma de afrontar tales acontecimientos. 

Algunos sujetos dan salida a sus vivencias traumáticas en forma racional buscando mecanismos defensivos saludables  que le permitan mitigar sus sentimientos y actuar en forma adaptativa. Otros responden irracionalmente sin medir las consecuencias personales y sociales de sus actos. existen otros, que prefieren inmolarse, reprimiendo su sufrimiento, callando sus penas y asumiendo consciente o inconscientemente las consecuencias a futuro.

Se nombran varios ejemplos de personas  que han vivido acontecimientos estresantes y no han podido o querido afrontar de una manera racional la experiencia traumática y han optado por la vía rápida de la irracionalidad, o bien, han reprimido sus emociones con lamentables consecuencias y deterioro de su salud física y mental. 

Por último, se hace referencia a la  psiconeuroinmunoendocrinologia (PNIE) la nueva neurociencia quien en las dos últimas décadas se ha convertido en la ciencia emergente que resalta la importancia que tiene la psique (pensamiento y emoción) en la respuesta neurológica, inmunológica y endocrina, eliminando la etiqueta de ciencia ficción que tenía  la influencia de la mente como causa de enfermedades. 

Según la PNIE, la psique (P)  tiene tres formas de responder ante la vivencia de un acontecimiento vital estresante:la respuesta neurológica (N) permitiendo al individuo luchar o correr ante la emergencia. La inmunológica (I) protegiendo al organismo de la penetración de agentes extraños (bacterias, hongos y virus), de toxinas (químicos, drogas y cuerpos extraños) y células del propio cuerpo que se anarquizan y amenazan la integridad física del enfermo. Y por último, la respuesta hormonal (E) que aporta  al organismo mayores recursos para combatir y prolongar la resistencia ante los eventos que ponen en peligro la existencia del individuo. 

El cerebro como epicentro de la enfermedad 

El cerebro es el órgano principal del sistema nervioso y rector de todas las funciones corporales. Este órgano cuenta con tres áreas anatómicas principales: corteza cerebral, sistema límbico y tallo cerebral; responsables  de los pensamientos, emociones y conducta respectivamente. Estas tres áreas conforman una unidad con interconexión por neurotransmisores, (mediador bioquímico entre una neurona y otra).

Estas tres áreas funcionan coordinadamente y al unísono ante cualquier cambio o acontecimiento  que suceda interna o externamente en el organismo, la alteración en una de ellas repercute en las otras dos. 

Comunicación cuerpo-mente

Entre el cuerpo y el cerebro existe una constante comunicación bioquímica que permite la recepción, transmisión y procesamiento de los estímulos provenientes del medio ambiente y del medio interno del organismo.  Para llevar a cabo esta comunicación, el cerebro cuenta con receptores sensoriales distribuidos en todo  el organismo que le permite captar cualquier cambio que se suceda interna y externamente y recibir el mensaje a través de una red fibras nerviosas distribuida por todo el territorio corporal.

Los receptores sensoriales son células nerviosas especializadas, ubicados en los órganos internos y de los sentidos, encargadas de recibir el estimulo y transmitir la información al cerebro


Cuando un sensor o receptor corporal detecta un estímulo originado fuera o dentro del organismo, la información es enviada a la corteza cerebral (área pensante) donde se procesa e interpreta el mensaje. Una vez procesado e interpretado llega al sistema límbico, quien  determina si el estimulo es agradable o desagradable, luego es enviado al tallo cerebral para ejecutar la respuesta de forma adaptativa o desadaptativa,  según sea la interpretación del acontecimiento vivido y la reacción emocional generada.

Adaptativa: Permite responder a las circunstancias de la vida diaria en una forma racional, lógica y realista con el fin de buscar una solución acertada para superar las dificultades propias de la vida en sociedad. Asegura el bienestar y la supervivencia psíquica de los sujetos ante los obstáculos, dificultades y problemas. Permite el crecimiento personal, el aprendizaje y la prevención ante futuros acontecimientos.

Desadaptativa: Impide  afrontar los acontecimientos vitales estresante en forma efectiva que permita una vida estable y armónica. Se origina en un pensamiento irracional, catastrófico, derrotista e irreal; que genera emociones y conductas  autodestructivas, que interfieren en forma significativa con la supervivencia, felicidad del individuo y  alteran los principios sociales; produciendo así diversos trastornos que pueden ocasionar daños irreversibles a la salud del sujeto.

"No son las situaciones por sí mismas las que producen malestar, sino las interpretaciones personales que hacemos de ellas. (Ellis. Beck)."

Acontecimientos vitales estresantes

Un acontecimiento vital es un suceso  o cambio notable en la vida de un individuo que implique  una connotación  agradable  o desagradable, cuya importancia está en la alteración psíquica y/o física  que ocasione en la vida del sujeto. La forma propia de interpretar el suceso y de afrontarlo depende de las características  biológicas y psicológicas del individuo. “La manera de pensar determina la manera de sentir y de actuar”.  


Ante un acontecimiento vital podemos actuar en forma  adaptativa o desadaptativa, según sea la interpretación que hagamos del hecho. Las emociones ocasionadas por el acontecimiento vivido pueden manifestarse en el momento, o bien, permanecer latente generando el “Síndrome General de Adaptación” manifestándose con trastornos adaptativos y psicofisológicos muchas veces,  irreversibles y fatales.

Trastornos adaptativos: 

Los trastornos adaptativos, son respuestas psicológicas del sujeto a los acontecimientos vitales estresantes, que se manifiestan por la aparición de síntomas emocionales o conductuales. Tales síntomas pueden aparecer durante los tres primeros meses posteriores a la vivencia del hecho traumático con una duración aproximada de seis meses o más cuando se hace crónica. Los síntomas consisten en un acusado malestar o en un deterioro significativo de la actividad social, profesional.  Los trastornos adaptativos pueden manifestarse con alteraciones del estado de ánimo como depresión y/o ansiedad, o bien, por alteraciones en el comportamiento manifestado por violación de las normas sociales, disminución del rendimiento laboral o en la escuela, consumo excesivo de alcohol y drogas e intentos de suicidios.  

Rosa,  una joven estudiante universitaria, de 20 años de edad, quien  al finalizar su clase se dirige rumbo a casa, en el camino se topa con dos compañeros, los cuales la toman de los brazos y la obligan a entrar a un matorral, donde es golpeada, violada y abandonada en el sitio. La joven, logró llegar a su casa en condiciones de maltrato físico. Sus padres al enterarse del hecho, la llevan al hospital para su examen de rigor. Una vez curada sus heridas y con las recomendaciones médicas regresó al hogar.  Los primeros días, no asistió a la universidad, permaneció encerrada en su habitación, callada, solitaria. No deseaba recibir visitas de nadie. La comunicación con sus padres era muy escasa, no atendía su teléfono móvil, se sentía indiferente ante todo lo que sucedía a su alrededor, se sentía como en las nubes. Posteriormente, tuvo arranques de ira, intolerancia con sus padres y sus hermanos. Terminó las relaciones amorosas con su novio, se negó culminar sus estudios y comenzó a fumar. Los cambios experimentado por la joven fue motivo de una consulta médica psiquiátrica cuyo galeno diagnosticó: trastorno de estrés post traumático.

Trastornos psicosomáticos

Son trastorno funcional u orgánico, originado por un acontecimiento estresante cuya intensidad o duración rebasan los límites de adaptación y resistencia del individuo. Ó bien, ante hechos similares vividos anteriormente y que han quedado represados en el subconsciente, pero permanecen vivos aún. “La pena que no se desahoga en lágrimas puede hacer llorar a otros órganos”  “Cuando el sentimiento calla, la enfermedad despierta

Un ejemplo claro es el caso de Julián, profesional universitario, quien contrajo nupcias con una compañera de trabajo. Desde el mismo momento de la boda, en plena luna de miel, la suegra de Julián compartió todos los momentos con ellos, sin dejarle disfrutar de un rato de intimidad con su pareja. Posteriormente, la suegra continuó viviendo con la pareja durante muchos años, interfiriendo, muchas veces, con la relación entre ellos dos. Julián, sentía rabia por la frustración de no poder compartir a solas con su mujer. Nunca comunicó su inconformidad ante la situación que estaba viviendo y reprimió los sentimientos de ira. Por la escasa intimidad de la pareja, no lograron tener hijos. Entonces, Julián sublimó su ira y la desplazó hacia un intenso deseo de dedicarse a la investigación científica, logrando obtener reconocimiento nacional e internacional por sus trabajos en el área de investigación. Sin embargo, la ira seguía allí, sin poder expresarla libremente. La ira reprimida iba socavando sus tejidos y fue aflorando lentamente en su piel, al principio con sensación de irritación y enrojecimiento cutáneo, posteriormente, aparecieron parches gruesos de color planteado con piel roja y escamosa. Ante este cuadro clínico Julián, se vio obligado a consultar al  dermatólogo cuyo diagnóstico  fue “Psoriasis”. A pesar de los múltiples tratamientos nunca pudo superar su enfermedad, porque la causa que lo irritaba seguía presente y al final deterioró sus tejidos y lo condujo a la muerte. 

La Psoriasis es una enfermedad inflamatoria crónica no contagiosa, considerada no sólo una enfermedad de la piel sino una enfermedad sistémica (en  todo el cuerpo). Afecta todas las edades y todas las razas. Aproximadamente el 30% de los pacientes que padecen psoriasis pueden padecer artritis psoriásica y pueden padecer algún grado de discapacidad. En esta enfermedad, el estrés psíquico juega un papel muy importante ya que libera unas sustancias químicas conocidas como neurotransmisores, que afectan a varios órganos del cuerpo, incluida la piel.

Otras veces, la reacción emocional ante la vivencia de un hecho traumático es tan brutal y catastrófica  que la respuesta psicosomática  es de tal magnitud que se generan daños funcionales y orgánicos severos, a veces, irreversibles, que pone en peligro la vida  del enfermo. “No son los conflictos la causa de nuestros males, sino como los vivimos y los sentimos” 

El cerebro como epicentro de la enfermedad 

Así como en la tierra existe un punto interior  donde se libera la energía que inicia un movimiento sísmico y cuyo epicentro se proyecta en formas de ondas sobre la superficie terrestre ocasionado desastres naturales con pérdidas de vidas. Así mismo, en el cerebro existen áreas que al recibir impactos emocionales de gran magnitud originados por acontecimientos vitales estresantes, se libera una carga de energía que se propaga en forma de ondas a todo el territorio corporal con consecuencias imprevisibles, que van desde leves trastornos funcionales hasta graves lesiones tisulares. 

Hasta hace poco tiempo, la medicina le daba más importancia a la enfermedad que al enfermo. Siempre se buscaban factores  externos como etiología de las diferentes enfermedades que padecía el ser humano. Fue con la neurociencia psiconeuroinmunoendocrinología (PNIE) cuando el enfermo ha tomado la relevancia que se merece y se  le ha dado un criterio científico a la estrecha relación existente entre las funciones  pensamientos, emoción y conducta (PEC) y los sistemas: nervioso, inmunológico y endocrino; demostrando que la disonancia mente cuerpo se  manifiesta como enfermedad, donde el PEC juega un papel muy importante en la salud y la enfermedad.

El PNIE es una neurociencia que estudia los sistemas de control y de regulación que tiene el organismo humano: el psicológico, el neurológico, el inmunológico y el endocrinológico; los cuales conforman una unidad funcional que constituye el epicentro  de todo cuanto acontece en el organismo. A través de este sistema se propaga toda la energía curativa por todo el territorio corporal  para asumir la protección  y defensa ante cualquier peligro. Pero igualmente, puede propagar  las ondas destructivas que generan las emociones traumáticas.

Los cuatro componentes del sistema PNIE, (psicológico, neurológico, inmunológico y endocrino) mantienen una estrecha comunicación entre sí a través del idioma neuroquímico lo que permite que funcionen coordinadamente y como un solo ente ante los acontecimientos que pongan en peligro la sobrevivencia del individuo. La alteración de cualquiera de sus componentes se traduce en alteraciones de todo el sistema. 

La vivencia  de un hecho traumático activa el sistema PNIE. La psique (P) recibe e interpreta  la información y emite una  respuesta a través del sistema neurológico (N). El inmunológico (I) y el endocrino (E), ejecutan las órdenes recibidas.  

 

El componente psíquico (pensamientos y las emociones) juegan un papel importante en la salud y la enfermedad. Todo lo que piensas y sientes afecta de una u otra manera todo el sistema PNIE.  Si estás ante la presencia de un agente extraño que tu psique  percibe como una amenaza: ejemplo, una inundación, un atraco o un terremoto;  la primera  reacción emocional es miedo. Entonces, el cerebro activa el PNIE, para dar una respuesta inmediata ante el peligro. 

El sistema nervioso, coloca al organismo en estado de alerta y lo prepara fisiológicamente para luchar o correr. El sistema inmunológico, se activa ante una  posible herida y contaminación por un agente infeccioso que intente penetrar al organismo. El sistema endocrino, colabora suministrando cortisol para incrementar la energía corporal y resistir por períodos prolongados la situación de peligro.   

Cuando el cerebro, a través de sus receptores internos captan una situación de peligro por el  incremento de azúcar en sangre por encima de los niveles normales, el organismo se expresa a través de síntomas y signos que constituyen el grito de alarma.  Ante tal situación, el cerebro activa su unidad de combate (PNIE) quien en lo inmediato aporta los recursos necesarios para subsanar y corregir la irregularidad. 

Cuando un receptor interno capta alguna intranquilidad  celular o la presencia de células malignas, lo reporta al cerebro, quien en forma inmediata envía a su unidad de batalla al frente enemigo. El subsistema inmunológico con sus batallones de leucocitos hace frente al agresor. 

Desde tiempos remotos hasta nuestros días, la medicina se ha ocupado de tratar la enfermedad  más no al enfermo, de eliminar los síntomas y signos de expresión somática, único recurso que tiene el enfermo de manifestar sus dolencias. Muy poco se ha hecho para entender lo que sucede en el cerebro cuando el organismo se ve  amenazado.

A pesar de las múltiples opiniones sobre la relación mente cuerpo y la influencia de la primera en la génesis de la enfermedad, la ciencia de ese entonces se dedicaba a estudiar y atender lo objetivo, mientras, que la influencia de la mente entraba en el campo de lo subjetivo, leyendas y opiniones sin base científica.  Hasta hace dos décadas  hablar de factores psicosociales, acontecimientos estresantes  como causa de enfermedad era así como hablar de ciencia ficción. Las emociones no se ven se sienten y de alguna manera tienen su efecto en el organismo. ¿Cómo influyen las fuerzas emocionales y de qué manera actúan?  Poco a poco, las neurociencias han ido dando respuestas a estas interrogantes. 

Roberto, un joven quien ingresó al hospital por presentar una masa tumoral en la región hepática que le comprimía el conducto colédoco, conducto este que permite a la vesícula biliar drenar la bilis hacia la región intestinal, específicamente al duodeno para mezclarse con los alimentos ya procesados en el estomago y así culminar el proceso de la digestión. Dicho paciente presentaba como síntoma: dolor en hipocondrio derecho y un signo un tinte amarillento a  nivel de piel (ictericia), heces de color blanco (acólicas), que hablaba de un proceso obstructivo de las vías biliares. Su estado general estaba conservado y tenía buen estado de ánimo. Los exámenes de laboratorio reportaban transaminasas y fosfatasas alcalinas elevadas lo que corroboraba la sospecha. 

Roberto, no tenía antecedentes de alcoholismo ni abuso de drogas, No manifestó  infecciones virales, bacterianas ni parasitarias previas. Su relación laboral,  familiar y conyugal estaba dentro de la normalidad. Al interrogarlo sobre factores emocionales que pudiesen haber incidido en forma traumática en su vida afectiva, confesó que: meses antes de presentar sus dolencias, vivió un acontecimiento traumático que marcó su vida para siempre. Su hija menor adolescente, había sido raptada, violada y embarazada por su captor que al final terminó siendo el tío de la víctima. La noticia del secuestro y la violación de su hija, fue como si un rayo golpeara su cabeza. En el momento, sólo logró sentir el golpe, luego se desplomó.  El impacto emocional vivido fue tan brutal que perdió el sentido de la orientación y pasó varios días en un estado de  confusión mental que le impidió ejercer su responsabilidad laboral por varias semanas. En las noches no conciliaba el sueño, repetía en su mente y hasta el cansancio las escenas vividas. Estaba viviendo las secuelas de un impacto emocional, llamado “trastorno de estrés postraumático”

Roberto,  vivía un estado de confusión mental sin manifestar  un sentimiento específico. No sabía si llorar, rabiar o correr. Se sentía como flotando en el espacio, sin poder razonar o expresar emoción alguna. Todos sus pensamientos y sentimientos estaban congelados. Su expresión corporal era de intranquilidad, de ir de un lado a otro, sin dirección ni objetivo definido. Sus lágrimas no brotaban, en sus manos y su cara no había expresión de ira. Había miedo, sin saber a qué; todo un cuadro clínico del trastorno de shock post traumático.

Trastorno de estrés post traumático,

Es el conjunto de síntomas que aparecen como consecuencia de la vivencia de  un hecho traumático que conmociona toda la estructura psíquica y física de quien la sufre. Ante este hecho, se produce una reacción emocional proporcional al trauma vivido.  Es un acontecimiento en la vida del sujeto, una experiencia vivida que implica, en breve tiempo, una alteración en aumento a la vida psíquica del sujeto, quien fracasa en su intento por procesar y afrontar la experiencia vivida. 

Ante el trauma, la  psique del individuo es incapaz de descargar la energía acumulada por la reacción emocional, quedando bloqueada en su interior, generándose una onda destructiva que se propaga a través del sistema nervioso a todos los órganos y tejidos del cuerpo y el sujeto, al no tener suficiente capacidad de controlarla o afrontarla,  la onda expansiva ocasiona efectos patógenos en su psiquismo y trastornos funcionales y orgánicos duraderos.

Hay múltiples causas que ocasionan este trastorno y todas ellas, de una forma u otra, generan un  impacto emocional en la persona que las vive: las guerras, los terremotos, inundaciones, secuestros, accidentes, atraco, violación, prisión, actos quirúrgicos, muerte de un ser querido, divorcio, abandono, maltrato físico, despido laboral y jubilación; son unos de los tantos acontecimientos estresantes  que pueden presentarse inesperadamente y dejar huellas, muchas veces, imborrables en la psique del ser humano, o bien, pueden  ocasionan alteraciones  irreversibles en órganos y tejidos. 
Estos acontecimientos estresantes inesperados golpean en forma brutal la psique de la persona cuando se expone a un hecho de esta naturaleza. Ningún ser humano está exento de sufrirlo. Puede aparecer tanto en niños como en adultos de ambos sexos. Hoy en día se ha demostrado que puede producirse en la vida intrauterina cuando el embarazo es no deseado o la madre ha vivido la experiencia traumática durante la gestación. En los niños y adultos mayores, muchas veces, es de mayor gravedad la vivencia del trauma y las consecuencias que de ello se genera, debido a su grado de indefensión o los escasos recursos de afrontamiento ante el impacto emocional.

La situación estresante vivida y sus secuelas, “el trastorno de estrés post traumático” ocasiona en la persona alteraciones a nivel del área psíquica, emocional y conductual, cuyas consecuencias pueden manifestarse inmediatamente de sucederse los hechos, o bien, presentarse, a los días,  meses o años de la vivencia traumática. 

En lo psíquico y emocional, la persona sufre manifestaciones de confusión,  intranquilidad, irritabilidad, pensamientos que se repiten día y noche relacionados con el hecho vivido. Aparición súbita de sentimientos de ira, tristeza o miedo. Aislamiento social, Indiferencia emocional hacia familiares y amigos. Torpeza o poca motivación a realizar labores de rutina. Falta de interés por el trabajo o conflictos frecuentes con sus superiores o compañeros de labores. Carencia de energía para enfrentar pequeñas dificultades. Apatía, aislamiento, falta de concentración y perdida de memoria para eventos recientes. El paciente evita momentos que le recuerden lo ya vivido. Pueden presentarse frecuentes crisis de pánico, miedo a la soledad, miedo a morir o a volverse loco. Su sentimiento de indefensión le crea necesidad de compañía.  Puede haber sentimientos de culpa, de inutilidad que llevan a la depresión. 

A nivel conductual, puede presentarse: agresividad, llanto fácil, aislamiento e intranquilidad. Igualmente puede presentarse alteraciones funcionales que van desde una simple taquicardia, molestias estomacales,  adormecimientos y frialdad en diferentes regiones del cuerpo; o bien,  cansancio al menor esfuerzo, frecuentes ganas de orinar, temblores, agitación, disminución del interés sexual, perdida o aumento de peso, sofocos, dolores musculares, óseos y articulares. Aumento persistente del colesterol, triglicéridos y azúcar sanguíneo. Tensión alta, disminución del sistema inmunológico que lo hace más vulnerable a enfermedades infecciosas y proliferación de células malignas; O bien, daño celular, a veces irreversibles, en órganos y tejidos que van desde una simple parálisis muscular hasta una  lesión tumoral. 

Este shock emocional o estrés post traumático, es percibido por el paciente como el más grave acontecimiento que haya experimentado en su vida. El tipo de amenaza  a su integridad física y a su entorno. La forma dramática como ha sufrido el conflicto, la manera de percibirlo e interpretarlo y  los mecanismos que utiliza para afrontarlos es lo que determina la magnitud  del daño funcional u orgánico que puede sufrir el sujeto. 

Roberto, tuvo la sensación de estar viviendo una pesadilla de la cual no podía despertar. Era tal su cuadro de alteración y su estado anímico que fue llevado a la consulta psiquiátrica, cuyo galeno le diagnosticó “Depresión reactiva

La depresión reactiva es un trastorno funcional de la psique como respuesta a un hecho exógeno de contingencias psicosociales significativas y con gran impacto emocional. Es una depresión transitoria como respuesta adaptativa del organismo ante un evento traumático, donde generalmente subyace una vulnerabilidad psicológica o biológica del sujeto a la cual se suma el factor precipitante.  Es un trastorno que puede presentarse con síntomas depresivos o ansiosos desencadenado por factores psicosociales estresantes que afectan la vida del sujeto, entre ellos: las pérdidas afectivas, daño al patrimonio, violación, secuestros, terremotos, y otros tantos, que de una manera u otra significan una amenaza a la integridad biopsicosocial del individuo. 

Roberto, pasó muchos meses bajo los efectos de los antidepresivos y otras terapias complementarias, poco a poco fue recuperando la calma y el interés por su entorno. Se reintegró a sus laborales habituales pero sin la alegría de otros tiempos. En el hogar, mantenía poca comunicación con los integrantes del grupo familiar. El insomnio se hizo contante y lo obligó a tomar somníferos. 

Progresivamente presentó inapetencia, pérdida de peso, cansancio fácil, nauseas y mareos, dolor en hipocondrio derecho, ligero color amarillento en la piel y fiebre,  motivo este que lo llevó a la consulta de medicina interna del hospital. El diagnostico presuntivo de ingreso fue: Hepatitis viral y cirrosis hepática.  Se le realizó una evaluación clínica minuciosa y los exámenes preliminares de laboratorio, encontrándose alteraciones en los niveles de bilirrubina, fosfatasa alcalina y transaminasas. Posteriormente, la tomografía de la región hepática  reportó una masa tumoral. La biopsia hepática arrojó como resultado: carcinoma hepatocelular.

El carcinoma hepatocelular es responsable de la mayoría de los cánceres del hígado. Es más frecuente en los hombres que en las mujeres y generalmente se observa en personas de 50 años de edad o más,  debido probablemente a tasa más elevada de infecciones virales, susceptibilidad genética, andrógenos, así como mayor exposición a alcohol.  El pronóstico es poco alentador, dado que sólo del 10 al 20% de los carcinomas hepatocelulares se pueden extirpar completamente con cirugía. Si el cáncer no se puede extirpar por completo, la enfermedad generalmente es mortal al cabo de 3 a 6 meses. 

Roberto fue  evaluado y referido al departamento de cirugía, donde fue intervenido quirúrgicamente  sin extraerle la tumoración por la extensión de la tumoración, solo se limitaron a practicar drenaje percutáneo. Tres días después de la operación presentó dificultad respiratoria progresiva que culminó con deceso doce días después. 

Al trauma vivido, se le adosó nuevos acontecimientos estresantes: el diagnóstico de una enfermedad maligna y posteriormente, el  estrés quirúrgico.  Es imposible que un ser  humano pueda resistir una batalla contra tantos focos de violencia en su psique y su cuerpo. Un ataque al cuerpo y a la psique, es un ataque al cerebro mismo como centro rector de todas las funciones del organismo. Lamentablemente, se retiran las evidencias corporales de la enfermedad creyendo que allí está la solución, sin embargo, el epicentro quedó indemne o ignorado, a la espera del momento oportuno para hacer erupción nuevamente en algún otro lugar del cuerpo.    

La importancia del cerebro, como órgano principal del sistema nervioso, regulador  de todas la funciones del organismo y rector  del sistema natural protección PNIE, es la clave para entender como se desarrollan las enfermedades y cual equivocados estamos en el combate de las mismas.

Quitar las evidencias del cuerpo da cierta tranquilidad transitoria al paciente y a quien lo realiza. Es igual cuando la madre da un antipirético al niño para bajar la fiebre. Mientras esta bajo la acción del fármaco y el niño no tiene fiebre, la madre está tranquila, sin embargo, el peligro esta enmascarado bajo los efectos del medicamento. No sabemos si es peor el remedio que la enfermedad.   Ocultamos el síntoma o signo del enfermo para encontrar alivio a nuestra angustia, pero le damos tiempo a la enfermedad para avanzar. 

La fiebre es la respuesta fisiológica del organismo ante la presencia de agentes pirógenos externos o internos. Demuestra la eficacia del sistema defensivo  orgánico frente a las agresiones, al menos hasta determinados valores de temperatura, ya que por encima de ellas (más de 40ºc) aparecen efectos perjudiciales para el individuo. El aumento de la temperatura corporal (fiebre) es responsabilidad del centro termorregulador situado en el hipotálamo, órgano ubicado en cerebro límbico. 

Ante la presencia de un agente infeccioso, el hipotálamo activa el centro termorregulador y eleva la temperatura corporal potenciando la acción bactericida y fagocitaria de las células del sistema inmune,  disminuyendo la disponibilidad de nutrientes necesarios para el crecimiento y desarrollo de los gérmenes invasores y aumentando la síntesis y liberación de mediadores de la respuesta inflamatoria. Si esta respuesta es exagerada puede tornarse perjudicial para el individuo. 

Mientras hay fiebre, el centro termorregulador está activo y el organismo está proporcionado todos los elementos necesarios para combatir al enemigo. El uso de antipiréticos para bajar la fiebre, es un arma de doble filo. Por un lado, se mejora el malestar del enfermo pero por otro lado, se inhibe directa o indirectamente la acción del centro termorregulador y con ello limitamos los recursos necesarios para combatir el agente agresor.

 De allí la importancia de entender la función del cerebro tanto en la salud como en la enfermedad. No hacemos nada eliminando el síntoma o signo corporal del enfermo  si  dejamos intacto el epicentro cerebral. Es necesario investigar cuales son las alteraciones que se suceden a nivel del encéfalo para comprender los síntomas y signos corporales. Es importante entender de qué manera influyen los acontecimientos estresantes y que lesiones funcionales o estructurales se suceden en el cerebro que puedan repercutir a nivel orgánico.

Hasta ahora, nadie había escrito o hablado sobre la importancia del órgano rector del sistema nervioso en el origen, evolución y curación de las enfermedades. Hace más de veinte años (1978), un médico oncólogo alemán. Dr. Ryke Geerd Hamer, se atrevió a decir “Creí encontrar la enfermedad en el cuerpo y la encontré en el cerebro”  y todo porque un acontecimiento estresante, brutalmente traumático sucedió en su vida. La noticia de la muerte violenta del hijo menor  conmocionó a la familia Hamer. Su esposa y madre del joven, Sigrid Oldenburg reaccionó ante este hecho con el desarrollo  de un cáncer de mama  que la llevó a la tumba cinco años después de múltiples tratamiento posterior a la extirpación de ambas mamas (mastectomía).  El propio Dr. Hamer, sufrió las consecuencias del impacto emocional de aquel trágico accidente y la forma como sucedió. Poco tiempo después del acontecimiento  estresante, el doctor Hamer presenta alteraciones en su salud que arrojaron como resultado el diagnostico de cáncer testicular.  

Ante esta dramática realidad, lejos de deprimirse, llega a la convicción de que el trauma vivido tenía relación con la aparición de su enfermedad y la de su esposa. Se dedica a investigar a todos sus pacientes que presentaron enfermedades funcionales y también orgánicas y su relación con acontecimientos vitales estresantes previos a la aparición de la enfermedad. Igualmente, realizó tomografía cerebral a cada uno de ellos con la finalidad buscar imágenes cerebrales que corroboraran su sospecha. Todos los pacientes examinados mencionaron la experiencia de un hecho traumático y alteraciones emocionales muy dolorosas antes de que aparecieran sus dolencias. En la tomografía del encéfalo aparecían imágenes concéntricas. que según él era la lesión que había dejado el impacto emocional. Dicha lesión cerebral era el foco, el epicentro  donde se originaron las ondas que se dispersaron por el cuerpo y provocaron alteraciones funcionales y orgánicas. 

La ciencia se limitó a negar la veracidad de estas investigaciones, sin embargo, poco se ha hecho en descifrar las relaciones que tiene las emociones traumáticas y la aparición de la enfermedad, de las repercusiones o daños cerebrales que se suceden como consecuencias  de la experiencia  de un shock traumático. No podemos cerrarnos a las ideas, por más descabelladas que parezcan. No podemos negar una hipótesis sin antes demostrar lo contrario. Es necesario investigar los efectos en el cerebro cuando la psique es impactada por hecho violento y buscar en su intrincada red de neuronas  y fibras nerviosas, las alteraciones funcionales o lesiones estructurales y su relación con la aparición de enfermedades en el organismo.

Hoy en día las neurociencias han demostrado como funciona el cerebro,  dónde se almacenan los recuerdos, donde se produce el miedo, la ira y la acción de razonar. Los Neurocientíficos de la Universidad de Concordia, en Canadá han ubicado el sitio donde se produce el amor. Igualmente,  en las universidades de Sycaruse y Virginia Occidental en Estados Unidos y el Hospital Universitario de Ginebra en Suiza, han  realizado estudios para analizar la actividad cerebral durante el acto de amor y el deseo sexual.

En dichos  estudios sometieron a los participantes a exámenes  de resonancia magnética funcional para observar la actividad cerebral cuando estaban observando imágenes eróticas o viendo fotos de su amor. Los resultados de los estudios revelaron que dos estructuras del cerebro límbico, en particular, la ínsula y el núcleo estriado, eran las responsables tanto del deseo sexual como del amor, pero ninguno de ellos menciona los cambios corporales que suceden en el organismo cuando se estimulan esas áreas cerebrales. Es lógico pensar, que tales participantes al observar imágenes eróticas manifestaron emociones y cambios fisiológicos  en el organismo, específicamente en el área genital. Si aceptamos la teoría de Aaron Beck “todo pensamiento genera una emoción y toda emoción genera una conducta, es razonable concluir que: si un sujeto está observando imágenes eróticas y se produce actividad cerebral según lo evidencia la resonancia magnética funcional, alguna emoción debe sentir el participante y por consiguiente alguna respuesta corporal debe manifestar.

Todos sabemos por experiencia personal, bien en la adolescencia o en la fase adulta, que las imágenes eróticas vistas en revistas o en la televisión generan emociones y actividad genital.  Entonces, como se puede negar, que la vivencia de situaciones traumáticas que afectan la psique y el estado emocional del sujeto provoquen cambios funcionales y orgánicos. 

Si se ha podido evidenciar con imágenes de resonancia magnética funcional, áreas del cerebro en actividad cuando se suceden hechos placenteros como el amor y el deseo sexual. ¿Por qué ha sido tan difícil investigar que actividad cerebral se sucede cuando se vive un hecho traumático? ¿Qué cambios funcionales y orgánicos se producen en el cerebro cuando recibimos un impacto emocional?

Ya la relación mente cuerpo ha dejado de ser fantasía, ciencia ficción con la aparición de las neurociencias que están haciendo un significativo aporte a las ciencias de la salud y cuyos trabajos de investigación  demuestran  la estrecha relación existente entre las funciones mentales (pensamientos y emociones) y los sistemas: nervioso, endocrino e inmunológico, creando un sistema funcional (PNIE), donde la disfunción de uno de sus componentes repercute en todo el sistema. 

La mayoría de los estudios de investigación en el campo de las neurociencias, tal como la  psiconeuroinmunoendocrinología, encuentran que la vivencia de eventos vitales estresantes  pueden alterar el sistema inmune aumentando la vulnerabilidad del organismo a procesos infecciosos, cáncer y enfermedades autoinmunitarias (Rosenthal; 2002; Ray, 2004; Sierra, et al., 2006; Sandín, 2008; McEwen, 2008; entre otros).

Maruso (2009) considera que las emociones influyen sobre la inmunidad e insiste en que la mente y el cuerpo están intrínsecamente ligados y que la alteración de una afecta la química interna optimizando o debilitando nuestro estado funcional.

 Castés y Pocino, 1999. Evidencian que el sistema nervioso central (SNC) regula las actividades del sistema inmune, lo que trae consigo la posibilidad de que los factores psicológicos tengan impacto en los procesos de control, modificando así a la función inmune.

 

Diferentes estudios han indicado que el sistema inmune es afectado por diferentes actitudes y reacciones emocionales de las personas, siendo el hipotálamo del cerebro, el principal mediador en la modulación de las respuestas del sistema inmunológico y del  sistema nervioso autónomo y el endocrino, en respuesta a sugestiones mentales y creencias.

Rossi, EL, 1994. Ha demostrado que la conducta influye en la fisiopatología, ya que procesos relacionados con el estrés, pueden exacerbar problemas tales como enfermedades arteriales, hipertensión, y vulnerabilidad a la infección.

Steptoe y col, 1998. Las emociones estresantes alteran la función leucocitaria. El estrés disminuye la respuesta de los glóbulos blancos a las células cancerosas o infectadas con virus.

Los problemas emocionales causados por el estrés son con frecuencia evidentes: una  ansiedad excesiva, sentimientos de culpa y oscilaciones bruscas del estado de ánimo alteran la unidad PNIE  con consecuencias físicas poco previsibles pero pueden ser fatales. Las investigaciones han demostrado que  el estrés afecta al sistema inmunitario, con consecuencias serias para la salud del individuo. 

El doctor Paul Rosch, presidente de The American Institute of Stress (AIS)  y profesor clínico de medicina y psiquiatría en  el New York Medical College  afirma que el estrés ha llegado a ser crónico e insidioso y entre las posibles causas se cuentan son la soledad, la frustración, la pobreza, la falta  de apoyo social, y el ritmo acelerado y el carácter impersonal de las ocupaciones.  Según del Dr. Rosch, la tensión nerviosa reduce las células que combaten las enfermedades.

John Sheridan, profesor de la Universidad del Estado de Ohio que ha  llevado a cabo investigaciones extensas sobre los  efectos del estrés, afirma que los sistemas nervioso y endocrino liberan hormonas  y  neurotransmisores (mensajeros químicos en el cerebro) que afectan al funcionamiento de los nervios  y tejidos del cuerpo “Una activación prolongada de  dichos sistemas tiende a producir efectos perjudiciales.

Investigaciones científicas recientes han demostrado que la vivencia inesperada de acontecimientos estresantes golpea en forma brutal la psique de la persona y ésta responde con una alteración emocional cuya respuesta  corporal es imprevisible. Ningún ser humano está exento de sufrirlo, sin importar edad, raza o condición social. Puede presentarse tanto en niños como en  adultos de ambos sexos. Hoy en día se ha demostrado que puede producirse en la vida intrauterina cuando el embarazo es no deseado o la madre ha vivido la experiencia traumática durante la gestación. En los niños y adultos mayores, muchas veces, es de mayor  gravedad la vivencia del trauma y las consecuencias que de ello se genera, debido a su grado de indefensión o los escasos recursos de afrontamiento ante el impacto emocional.

La vivencia de un hecho traumático en una mujer embarazada puede repercutir en su gestación y ocasionar alteraciones funcionales u orgánicas en el recién nacido. 

Es  el caso de Virginia, una joven  de 15 años, estudiante de educación secundaria, quien como todas las jóvenes enamoradas, se olvidan de tomar precauciones a la hora de tener relaciones sexuales, bien, por desconocimiento de las consecuencias de una relación sexual sin protección, o porque priva más la emoción que la razón en el momento de realizar el coito muy común en esta edad adolescente. Como era de esperarse, la joven estudiante quedó embarazada y durante  meses ocultó la gestación a sus progenitores, pero las manifestaciones sintomáticas  puso alerta  a la madre, quien preocupada por su hija la llevó a consulta médica cuyo examen ecográfico reportó embarazo de tres meses de evolución       

Los padres de la joven gestante tomaron la decisión de alejarla de casa y enviarla fuera del  hogar materno donde nadie conociera de la vergüenza de sus progenitores. Llego a un lugar lejano,  donde residen sus tíos paternos, sin la calidez y el apoyo de sus progenitores.  Allí permanecería hasta el momento del parto y su puerperio. La  decisión de exilarla estuvo teñida de ira y vergüenza por el hecho sucedido, los padres jamás reflexionaron acerca de los riesgos del embarazo precoz, de la necesidad de cuidados médicos y,  sobre todo, del apoyo moral y afectivo que tanto necesitaría su hija en estos momentos.

Una vez en esa ciudad lejana, los tíos de Virginia la llevaron a consulta prenatal. A pesar de los cuidados médicos y al estricto control a la cual fue sometida, cumplidos los siete meses de embarazo, Virginia presentó serias complicaciones con  signos de preclampsia severa, motivo por el cual se decidió su inmediata hospitalización e interrupción prematura del embarazo. 

Ante el inminente peligro de complicaciones mayores que implicara la muerte materna,  se practicó cesárea de emergencia y se extrajo un niño prematuro con signos de alteraciones respiratorias, propio de estos neonatos inmaduros. Se mantuvo en incubadora durante un mes, logrando su recuperación total sin lesiones  orgánicas aparentes. Virginia, por su parte, recuperó su salud física, sin embargo, su salud emocional estaba afectada. Hizo un cuadro depresivo, con signos de hostilidad manifiesta hacia sus padres y rechazo hacia su propio hijo al cual no quiso atender ni amamantar.

En vista del cuadro depresivo y su actitud de hostilidad hacia su hijo, los tíos decidieron regresar a Virginia a su hogar materno de donde había salido clandestinamente. 

El recién nacido creció bajo el cuidado de los abuelos, ellos le dieron todo el  amor que la joven madre  le negaba, sin embargo, el niño adoraba a Virginia a pesar de la indiferencia afectiva que ella le demostraba. La expresión del niño era de tristeza  y  de súplica de amor materno.  Cumplido sus dos años recibiendo indiferencia afectiva y muchas veces maltrato de su madre, el niño presentó un cuadro febril prolongado sin otras manifestaciones físicas. Meses después, manifestó dolor abdominal y una masa palpable en hipocondrio izquierdo que al examen  tomográfíco reveló tumor de riñón izquierdo y cuya biopsia confirmó  el cáncer renal. Ocho meses bajo quimioterapia y al desprecio materno fue suficiente para terminar con su vida.

Casos como el de Virginia, se repiten a diario, tanto que ya el embarazo precoz se ha convertido en estas últimas décadas en un problema social y de salud pública en el mundo. Cada año se ha venido incrementando el número de madres adolescentes y con ellas el incremento de las complicaciones materno fetales.

El embarazo precoz es considerado una gestación de alto riesgo por la inmadurez biológica y psicológica de la madre adolescente. Su mente y cuerpo infantil no están capacitados  para afrontar esa gran responsabilidad. Si a esta inmadurez física y mental, le añadimos el alto grado de marginalidad social en la cual vive, su deficiente alimentación, la baja autoestima, la inestabilidad y conflictos en su núcleo familiar y la falta de educación sexual; son factores que incrementan los riesgos de complicaciones maternas y fetales        

La mamá bebé, muchas veces, es rechazada por el grupo familiar, obligada a interrumpir sus estudios y resignada a ser madre soltera, por cuánto su pareja, también adolescente, evade cualquier responsabilidad. El miedo, el aislamiento y la soledad afectiva que sufre la madre adolescente son proyectados en forma de  rechazo al embarazo y al recién nacido con todas las consecuencias que esto significa para ella y para el niño.

Muchas son las complicaciones que presenta una madre joven durante el embarazo, el parto y posterior al nacimiento del niño: toxemia gravídica, cesáreas, infecciones, abortos, partos prematuros, malformaciones y muerte fetal. Los trastornos emocionales como la depresión post parto no solo afecta  a la madre que la sufre, sino también al recién nacido que no recibe los cuidados y el afecto materno.

El feto es un apéndice de la madre y como tal recibe todos los nutrientes biológicos y afectivos que la madre puede brindarle durante la vida intrauterina. La carencia de uno de ellos afecta su crecimiento físico y emocional durante el embarazo y posterior al nacimiento. 

Investigaciones recientes en psicología prenatal han demostrado una estrecha relación entre las emociones  maternas  y la aparición de trastornos en la evolución del embarazo.  Tales investigaciones encontraron un  elevado porcentaje de abortos, muerte fetal y enfermedades físicas y mentales en niños cuyas madres habían rechazado su embarazo. Las  emociones  negativas  de la mujer hacia su  embarazo alteran la calidez de la vida intrauterina, provocan depresión fetal y un terrible miedo a nacer,  cuya manifestación posterior es el aborto, la muerte en el útero o las enfermedades después del nacimien 
En la década de los ochenta, el doctor Thomas Verny y John Kelly publicaron el libro  “La vida secreta del niño antes de nacer”, en el cual se sintetizan los principales hallazgos  existentes hasta esa fecha que demuestran que el niño intrauterino posee muchas más  capacidades de las que hace algunos años se pensaba, tales como la capacidad de oír,  percibir, recordar, e incluso, aprender. De esta manera, el trabajo de Verny y Kelly se  convirtió en uno de los principales referentes a la hora de acercarse al tema de la vida  psíquica del bebé antes de nacer.                                 

Alfred Tomatis (1990), precursor en el campo de la psicología  prenatal, aseguraba que el feto era capaz de escuchar, que tenía capacidad cognoscitiva y  su propia psicología. También a mediados del siglo pasado, surgieron algunas  investigaciones acerca de la influencia que ejercen sobre el feto las características y  experiencias maternas. Unas de las más conocidas son las realizadas por el doctor Lester Sontag en el Fels Research Institute de Yellow Springs en Ohio 

(Ferril, 1978). Sus estudios con ratas embarazadas le permitieron observar que aquellas madres que habían vivido  situaciones de estrés prolongado, como por ejemplo, condiciones hacinadas de vida, tenían  crías más pequeñas, con mayores niveles de ansiedad y con menor capacidad de  aprendizaje.  Asimismo, planteó que madres humanas afectadas por la ansiedad provocada  por los bombardeos en época de guerra, eran proclives a tener hijos con desórdenes  funcionales, particularmente, del sistema digestivo.

Ferril (1978) sostiene que  aquellos niños que después de nacer son descritos como neuróticos y con problemas de  alimentación, sufren de Irritabilidad que afecta el control del tracto gastrointestinal; y que  esta condición está dada ya desde el útero; desde un ambiente fetal alterado a causa de  severos disturbios emocionales de la madre, por ejemplo, los que se producen cuando el  padre actúa con violencia durante el embarazo.

Montagu (1962) plantea que las emociones fuertes vividas por  una mujer embarazada generan cambios químicos a nivel del sistema nervioso y endocrino,  los que producen  nuevas sustancias capaces de traspasar la barrera de la placenta y  alcanzar el sistema circulatorio del feto, provocándole un balance hormonal anormal.  Basándose también en esta hipótesis, Strean y Peer (1956 citado en Ferril, 1978)  concluyeron que un estrés maternal excesivo durante las primeras diez semanas de  gestación, repercute en una secreción glandular anormal que puede interrumpir el desarrollo  del paladar y de los huesos superiores de la mandíbula del feto, lo que genera una  deformidad conocida como “paladar hendido”.

Para Verny y Kelly (1988), no sólo las tensiones extremas de la madre influyen en el  Sistema Nervioso Autónomo (SNA) y el hipotálamo del bebé por nacer, sino que tensiones mucho más sutiles, aunque  prolongadas o recurrentes, pueden alterar estos centros, lo que da por resultado un SNA  irritable que conduce a problemas en el control del tracto gastrointestinal de estos niños al  nacer. La irritabilidad del SNA, aparte de acarrear dificultades alimentarias, desencadena  problemas conductuales, ya que los niños que sufren de esta alteración suelen ser  nerviosos, hiperactivos, ansiosos y con bajo rendimiento escolar. Esto se relacionaría  también con el hecho de que existen correlaciones entre el bajo peso al nacer y problemas  de rendimiento en lectura. El bajo peso se debería a los constantes movimientos de estos  niños en el útero; y debido a que los niños que han sido ansiosos y demasiado activos  dentro del útero de sus madres, suelen serlo también después de haber nacido, su  hiperactividad les dificultaría concentrarse lo suficiente como para aprender a leer.        

Las vivencias  traumáticas de acontecimientos estresantes por parte de una mujer embarazada, no solo puede ocasionar alteraciones en el psiquismo fetal, sino, también alterar su sistema nervioso con secuelas funcionales y orgánicas en el recién nacido.  Es el caso del niño de Virginia, quien  fue víctima del trauma emocional de su madre.

Así mismo, fue el caso de Margarita,  quien a sus 31 años edad, celebró sus segundas nupcias  después  de superar el trauma de la separación anterior. A los pocos meses de sucederse su segunda boda quedó embarazada y comenzaron las dificultades en la relación pareja. Margarita fue abandonada por su esposo sin excusa alguna. Semanas enteras vivió en soledad la tristeza del abandono, ocultando a sus familiares la incertidumbre que estaba viviendo. Pasaron varios meses cuando los padres se enteraron del problema que Margarita estaba viviendo. Bajo la presión de los suegros, el  marido regresó a casa, sin embargo, el ambiente del hogar era hostil tanto para la pareja como para el feto que recibía todos aquellos mensajes de hostilidad.  El parto y puerperio de Margarita concluyó normalmente, pero a medida que transcurrían los días y las semanas, el niño presentaba las heridas de aquellas situación que indefensamente vivió calladamente en el encierro del claustro materno.

Progresivamente, el niño fue incrementado sus edemas (hinchazón) corporales, lo cual ameritó su hospitalización por deshidratación aguda. El cuadro clínico y los exámenes de rigor llevó a los galenos al diagnostico de presuntivo de “Nefropatía Congénita”  que se  refiere al daño, enfermedad o patología del riñón que se presentan al nacer o pueden desarrollarse como consecuencia de un defecto congénito. El pronóstico en esta enfermedad es desfavorable y no existe tratamiento efectivo a excepción del trasplante renal. El médico tratante hizo sus observaciones con relación al caso presentando un panorama muy sombrío para la sobrevivencia del niño. Sin embargo, la asistencia oportuna de un médico nefrólogo con experiencia  en estos casos y el tratamiento con quimioterapia  produjo la remisión de los síntomas y por ende la enfermedad, sin embargo, las cicatrices quedaron grabadas  en la psique del niño con manifestaciones de retardo mental y sus consecuencias  en el comportamiento a futuro.

Son múltiples las evidencias de casos clínicos de mujeres embarazadas que viven situaciones traumáticas durante su gestación y cuyo producto de la concepción sufre las consecuencias del trauma vivido por su madre. Abortos, huevos anembrionado, partos prematuros, malformaciones fetales, niños de bajo peso al nacer;  son algunas de las consecuencias post traumática  de una mujer gestante.

Michel Odent, el prestigioso obstetra francés, refiere que la principal preocupación de quienes controlan y atienden a una mujer embarazada debería ser velar por su bienestar emocional,  ya que  a medida que avanza el conocimiento de la fisiología de la gestación,  se encuentran mayores evidencias que  el estado emocional de la madre es primordial para el desarrollo del bebé en el ambiente intrauterino e incluso para la salud materna.

Una de las consecuencias del estrés materno intenso que se han señalado de manera más insistente durante la última década es la mayor incidencia de partos prematuros y bajo peso al nacer. La hipótesis que manejan los investigadores es que el incremento hormonal de cortisol asociado al estrés,  depresión y ansiedad; materna puede reducir el aporte sanguíneo a la placenta e inducir un parto prematuro.

En un artículo publicado por American Journal of Public Health (2009)  refiere que el trabajo agotador  en el primer trimestre de gestación está asociado con bajo peso al nacer y mayor riesgo de parir un bebé pequeño para su edad gestacional.

En un estudio realizado en  Dinamarca sobre el impacto del estrés psicológico y el  riesgo de muerte fetal. En 19.282 casos de embarazos estudiados, la muerte fetal (después de 28 semanas de gestación) ocurrió en 66 embarazos (0,34% de los embarazos). Las mujeres con niveles elevados de estrés tuvieron un riesgo aumentado del 80%, comparado con las mujeres con niveles intermedios de estrés.  Este es el primer estudio que ha examinado los efectos del estrés prenatal sobre el riesgo de muerte fetal, e indica que los niveles elevados de estrés se asocian con casi el doble de riesgo de muerte fetal 

Un grupo de investigadores canadienses (2004) publicaron los resultados de un estudio iniciado en 1998, posterior a una tormenta de hielo en Quebec. Esta catástrofe natural expuso a un gran número de mujeres embarazadas a un estrés elevado. Los investigadores pudieron realizar un seguimiento de esos embarazos y el desarrollo posterior de los niños hasta los 2 años de edad. Los resultados obtenidos demostraron que cuanto más severo había sido el nivel de estrés prenatal, menor era el desarrollo de las habilidades intelectuales y del lenguaje de los niños a los 2 años, especialmente si la exposición al estrés se había producido en fases tempranas del embarazo.       

Dorthe Hansen. El estrés no sólo afecta al sistema nervioso, sino también al sistema cardiovascular, hormonal e inmune.  Hay buenas razones para sospechar que el estrés emocional severo ocurrido en una mujer durante los tres primeros meses de gestación cuando muchos de los órganos están en plena formación podría causar malformaciones congénitas. Los bebés nacidos de mujeres que habían sufrido experiencias graves durante el primer trimestre de embarazo tenían más posibilidades detener defectos de la cresta neural, una estructura de células que se cree que contribuye al desarrollo de la cabeza y la cara, como paladar, los dientes, la nariz, partes de los ojos, las orejas, la garganta y hasta el cráneo. Estas precisamente son las estructuras que se más se han relacionado con acontecimientos estresantes durante el embarazo.  

Represión emocional y enfermedad 

Cuando se piensa, se produce un mensaje neuroquímico que llega al área emocional y, ésta a su vez lo envía al área conductual para emitir una respuesta. Por múltiples razones el mensaje emocional no llega al área conductual, o bien, se bloquea consciente o inconscientemente la respuesta. Cuando esto sucede, las sustancias neuroquímicas liberadas en la acción quedan represadas, pudiendo generar alteraciones funcionales u orgánicas que se manifiestan posteriormente en síntomas o lesiones de órganos y/o tejidos. La enfermedad psicosomática es un claro ejemplo del bloqueo neuroquímico, donde los acontecimientos estresantes vividos y los cambios sufridos no tienen una respuesta inmediata, o bien, permanecen activos en el subconsciente por largo tiempo.

La somatización consiste en la transformación de un trastorno psíquico en un síntoma orgánico que se caracteriza  por molestias físicas, recurrentes y múltiplespara los cuales no existe una  causa orgánica. Los síntomas varían según cada individuo y del conflicto emocional subyacente. 

La pseudociesis o embarazo fantasma, ha sido considerado como la más angustiosa condición psicosomática de la que se tenga noticia en la literatura médica. Es de todas las condiciones psicosomáticas, la única cuya etiología psicológica no admite ningún género de dudas.

En la Pseudociesis, el estado emocional alterado de la mujer   produce cambios corporales tan auténticos como los que se podrían ver en un embarazo normal. En cambio, la idea delirante de estar embarazada o miedo a estarlo, es uno de los síntomas de alteraciones psíquicas  más sobresaliente. Quienes sufren este trastorno presentan muchos síntomas que dejan perplejos incluso a médicos experimentados. No sólo creen fervientemente que están embarazadas, sino que presentan síntomas auténticos que respaldan sus afirmaciones, tales como: el cese de la menstruación, crecimiento abdominal, náuseas y vómitos, aumento del tamaño de los pechos, secreción de leche por las mamas  y antojos alimenticio 

Barglow y Brown consideran que en esta patología psicosomática existe  un deseo inmenso de tener un hijo, de estrechar más los nexos conyugales, necesidad de sentirse joven y fecunda, necesidad de reforzar la identidad femenina, o también, miedo a estar embarazada; lo cual se convierte en un una idea delirante, un trastorno psíquico y emocional cuyas  manifestaciones somáticas son reales. 

En este trastorno psíquico, las emociones y la conducta de la persona están influidas por su percepción de los eventos causales: deseo inmenso o miedo al embarazo. No es la situación en sí misma la que determina lo que una persona siente, sino más bien la forma en que esa persona interpreta la situación (teoría cognitiva Ellis, 1962;  Beck, 1964).

Las personas no son simples receptores de estímulos ambientales y del mundo interior,  sino que construyen activamente su "realidad". La forma de percibir e interpretar los acontecimientos determina la forma de sentir y de comportarse. Es el cerebro y su eje neuroquímico: pensamiento, emoción y conducta, el epicentro de todo cuando acontece en el ser humano.

 

 

 

 

         


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