El miedo es una reacción
normal e innata que sentimos todos los seres vivos cuando
percibimos situaciones de amenaza a nuestra integridad física o psíquica ó,
cuando
vemos en peligro nuestro entorno familiar,
social y medio ambiente en el cual vivimos.
Es una emoción no placentera y como tal es involuntaria. Es propia de todo
organismo
vivo sin distinción de especie, raza, edad, sexo o condición social.
El miedo es un mecanismo
de defensa ante el peligro,
es una forma de reaccionar ante la
amenaza y tiene como finalidad preparar al organismo para luchar o correr. La reacción
de miedo produce síntomas y signos, internos y externos similares en toda la
raza humana
y tal vez, en todos los animales; sin embargo,
las causas que lo ocasionan son múltiples
y, a veces diferentes, tanto en el individuo mismo como en el grupo al cual
pertenece.
Además del miedo instintivo con el cual nacemos, adquirimos nuevos miedos
durante el
transcurso de la vida, diferentes
en intensidad de acuerdo a las experiencias traumáticas
vividas, del agente que nos amenaza y de la capacidad personal que tengamos para
afrontarlos. Estos miedos adquiridos pueden desencadenarse ante un peligro real
y actual o
ante situaciones irreales e
inexistentes que solo viven en el pensamiento de quien lo
siente.
El miedo ante una amenaza
real es percibido como tal por todos los seres
humanos cuando estamos ante la misma situación. Ante un asalto, un terremoto,
una
inundación o una enfermedad que
amenace nuestra existencia. Ante estos peligros la
respuesta es la misma en todas las personas. Absolutamente todos sentimos
miedos, tal
vez, algunos lo sientan con mayor intensidad que otros, ó quizás, otros actúen
ante el
peligro de diferente maneras, pero
las manifestaciones fisiológicas son iguales para todas
las personas ante la situación de amenaza.
Cuando estamos en
presencia de un peligro real, nuestra razón evalúa las
características del agente agresor y lo compara con la capacidad que tenemos
para afrontarlo. Si la amenaza es superior a nuestras fuerzas, huimos o nos
paralizamos. Si por
el contrario, nuestras fuerzas son superiores, nos enfrentamos al enemigo. Si
nos
encontramos impotentes ante la amenaza, entonces, nos sentimos indefensos y nos
deprimimos. Ejemplo, si nos ataca un perro bravo, vemos el tamaño del perro. Si
es
pequeño, lo enfrentamos pero si es muy grande, corremos. Si no podemos huir ni
luchar,
el miedo nos paraliza. Igualmente se aplica a cualquier otro peligro.
Muchas
veces no existe una causa real de peligro, sin embargo, sentimos miedos
sin saber por qué o a qué le tememos. Este temor sin causa que lo justifique es
originado
por nuestros conflictos interiores. Ante este enemigo que no vemos pero que si
sentimos,
la razón
se siente incapaz de precisar quién es el agresor, entonces, nos sentimos
indefensos y sin arma con que luchar. Este miedo irracional proviene de
pensamientos
alterados o de creencias falsas, de allí que la intensidad de este temor será
proporcional a
nuestras debilidades interiores.
Ante este miedo, la razón
utiliza diferentes mecanismos
defensivos: buscamos poder económico, social o político para protegernos. Proyectamos
o desplazamos nuestro miedo a otras personas u objetos. Nos refugiamos en el cariño
de
seres queridos para aliviar nuestras angustias. Regresamos a etapas infantiles.
Tomamos
conductas agresivas o depresivas; o bien, utilizamos narcóticos para adormecer
nuestros
pensamientos .El
miedo puede ser amigo o enemigo, según sea el origen
de la amenaza y de la
evaluación que hagamos de ésta; de la capacidad física y emocional que tengamos
para
afrontarlo y de la reflexión que hagamos de la experiencia vivida.
El miedo es nuestro
aliado y mejor amigo cuando nos permite reconocer la existencia
real de un peligro, su
origen y sus consecuencias; cuando permite evaluar la magnitud de la amenaza y
compararlo con nuestra capacidad personal para afrontarlo, cuando nos prepara en lo biológico y psicológico para luchar o correr, y posteriormente,
nos permite
reflexionar y aprender sobre lo ocurrido, evitando así, repetir conductas
erradas o
inadecuadas ante una nueva agresión, permitiéndonos de esta manera prevenir o estar
alerta ante agresiones futuras.
El miedo se convierte en
nuestro
peor enemigo si está solamente en nuestra imaginación,
si nace de pensamientos alterados o se alimenta de falsas creencias. Ante este
pánico, la
persona desconoce al agente agresor, encuentra peligros en todas partes o ve
amenazas
donde no existen. En este
miedo irracional, la amenaza esta en nosotros mismos,
escondida en lo más profundo de nuestro mundo subconsciente. Son nuestras
propias
debilidades, miedos infantiles y emociones reprimidas, que se han ocultado bajo
diferentes máscaras desde la tierna
infancia hasta nuestros días, para evadir
responsabilidades o evitar confrontaciones so pena de recibir castigo, perder
afecto o
protección.
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