LA MAMÁ BEBÉ
Virginia, una joven de 15 años, estudiante de educación secundaria, como era de esperarse, la joven estudiante salió embarazada. Durante meses ocultó su gestación, pero el miedo que sentía agravó los síntomas del embarazo y la puso al descubierto. Su madre, preocupada por los síntomas de su hija la llevó a consulta médica. El examen con ultrasonido reportó embarazo de tres meses de evolución. María, que así sé llama la madre de Virginia, sufrió un colapso emocional que fue tratado inmediatamente por el médico. Virginia era la menor de cinco hermanos y apenas cursaba el segundo año de educación básica.
Al llegar a casa, María informó a su esposo de lo acontecido. Después de varias horas se sentimientos encontrados, ambos tomaron la decisión de alejar a Virginia del hogar. Fue enviada a una ciudad lejana donde vivían los abuelos paternos. Allí estaría hasta el momento del parto y su recuperación posterior.
La decisión de los padres de Virginia, estuvo teñida de ira y vergüenza por el hecho sucedido. Jamás reflexionaron acerca de los riesgos del embarazo precoz, de la necesidad de cuidados médicos y, sobre todo, el apoyo moral y afectivo que tanto necesitaría su hija en estos momentos.
Una vez en la ciudad de los abuelos, Virginia fue sometida a control prenatal. Cumplidos los siete meses de embarazo, la joven madre presentó serias complicaciones con signos de pre eclampsia severa, lo que requirió su inmediata hospitalización e interrupción prematura del embarazo ante el inminente peligro de muerte materna. Se practicó cesárea de emergencia y se extrajo un niño prematuro con signos de alteraciones respiratorias, propio de estos neonatos. Se mantuvo en incubadora durante un mes, lográndose su recuperación total sin lesiones aparentes.
Virginia recuperó su salud física, pero, su salud emocional quedó afectada. Presentó un cuadro depresivo, con signos de hostilidad hacia sus padres y rechazo hacia el recién nacido.
El recién nacido creció bajo el cuidado de los abuelos. Ellos le dieron todo el amor que la joven madre le negaba pero, el niño adoraba a Virginia a pesar de la indiferencia afectiva que ella le demostraba. La expresión del niño era de tristeza y súplica de amor materno. Al cumplir dos años de nacido, el niño presentó un cuadro febril y una masa tumoral en la columna vertebral, la tomografía y la biopsia revelaron cáncer de hueso. Ocho meses bajo tratamiento con quimio y radioterapia no fue suficiente para devolverle la salud emocional y morir fue la solución a su sufrimiento.
El embarazo precoz se ha convertido en un problema social y de salud en el mundo en esta última década. Cada año se ha venido incrementando el número de madres adolescentes. Es muy preocupante el incremento del embarazo precoz por su alto riesgo tanto de la madre como del feto.
El embarazo precoz es considerado una gestación de alto riesgo por la inmadurez biológica y psicológica de la madre adolescente. Su mente y cuerpo infantil no están capacitados para afrontar esa gran responsabilidad. Si a esta inmadurez le añadimos: el alto grado de marginalidad social en la cual vive, su deficiente alimentación, la baja autoestima, la inestabilidad y conflictos en su nucleo familiar y falta de educación sexual; los riesgos de complicaciones maternas y fetales son un mal pronóstico.
La mamá bebé es, muchas veces, rechazada por el grupo familiar, obligada a interrumpir sus estudios y resignada a ser madre soltera, por cuánto su pareja, también adolescente, evade cualquier responsabilidad. El miedo, el aislamiento y la soledad afectiva que sufre la madre adolescente son proyectados en forma de rechazo al embarazo y al recién nacido con todas las consecuencias que esto significa para ella y para el niño.
Muchas son las complicaciones que presenta una madre joven durante el embarazo, el parto y posterior al nacimiento del niño: toxémia gravídica, cesáreas, infecciones, abortos, partos prematuros, malformaciones fetales, sufrimiento y muerte fetal. Depresión post parto y enfermedades del recién nacido.
Investigaciones recientes en psicología prenatal han demostrado una estrecha relación entre las emociones maternas y la aparición de trastornos en la evolución del embarazo. Tales investigaciones encontraron un elevado porcentaje de abortos, muerte fetal y enfermedades físicas y mentales en niños cuyas madres habían rechazado su embarazo. Las emociones negativas de la mujer hacia su embarazo alteran la calidez de la vida intrauterina, provocan depresión fetal y un terrible miedo a nacer, cuya manifestación posterior es el aborto, la muerte en el útero o las enfermedades después del nacimiento.
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